Subí al andén. Hacia mucho calor y Salí de trabajar, manchado de helado de chocolate y dulce de leche. Además de eso tenia hambre, pero no quería lamerme las manos manchadas de rico helado entre tantas personas porque me daba vergüenza. No quería que nadie me viera chupándome los diez dedos de las manos manchados. Mejor esperar a llegar al baño de la facultad.
Mientras esperaba el tren varias gotas de sudor recorrían mi rostro, pensaba en como seria el día en el que pudiera decidir verdaderamente suicidarme ¿Seria rápido? ¿El impacto del transporte acabaría con la vida de mierda que llevo? Lo que frenaba mi suicidio era el temor a que el ser no terminara ahí, si no, que encima continuara la otra vida.

* * *

Una mujer se acerca al andén con su hija. La pequeña parecía asustada por tener que subir al monstruoso transporte público. El tren llega ¿Por qué no ahorrarle a la criatura tanto temor? Me parece que es mejor tirarla a las ruedas del andén; que sea directo y así le ahorrarían tanta angustia existencial, que de por si dura años. O para toda la vida. Que desgracias interminable e insufrible. Es lo que estaba pensando mientras observaba. De verdad, nadie se imagina los inconvenientes que le ahorrarían a la pobrecita.
En esas cosas pensaba; esas eran mis fabulaciones de viaje. Parece que hoy es sobre el tren y la mujer. Ahora, la mujer es completamente perversa y encuentra su goce máximo denigrando tetricamente a su hija. Golpea a la pobre porque le pide un helado. Y pensar que yo tengo mis manos manchadas de helado de chocolate y dulce de leche. Que felicidad portaría la pequeña si le pudiera dar solo uno de mis dedos manchados para que lo lamiera. Me dejo de tentar y me meto un dedo en la boca disimuladamente. No me había dado cuanta de que vos me estabas mirando; te juro que no te estaba provocando. Solo me estaba lamiendo los dedos porque tenia hambre; no había almorzado ese día ¿Entiendes? Ahora puedo explicártelo bien. Pero vos pensaste en otra cuestión y yo me deje persuadir, seguí con el juego de los deditos en la boca, todos manchados; los diez dedos.
Creíste que era un juego de seducción. Mira en lo que termino. Acá estas, espero que sepas encontrarte como yo supe buscarte ese día en el tren. Y como yo también supe construirte dentro de este corto relato.
Muchas gracias.

* * *

El tren llega a su estación de destino.

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