Sobrevolaste mi colchón una vez, tenías garras y un hedor fétido en la entrepierna. Soltaste jugos viscosos sobre mí. Fui un diamante flotando en un río obsceno, brille como nunca.
Pasaste bello sueño, paso…te busco. Pero en tu lugar encuentro una nenita rubia, pequeña por lo sutil de sus movimientos. Era una lolita de boca roja y pechos blancos, dos pétalos de yeso, colocados perfectamente en su pequeño tórax. Ella llevaba una expresión ingenua en el cuerpo, quería desgarrarle sus piernitas para encontrarte a vos en el fondo.
Vuelvo a mí tras estos pensamientos y vos no, ni siquiera te asomas por la ventana ¿Qué pasa que no entras?
Metéte despacio entre las sábanas sin que lo note, aparece de golpe por mi espalda, besame la sien. El cuello estaría erecto de sangre, mandando sensaciones al cerebro, dispuesto a explotar. ¡Hacelo!
De nuevo en mi cama, este gatito ingenuo yace a mi lado -¡la muy princesita de cuentos!-.
A vos te sobran las garras, el sabor fétido, pero jamás los besos. No te gusta besar, y eso, eso me excita. PUTA, TE DESEO.
-¿Qué? ¿te gustan mis besos? La princesita está despierta, osa interrogarme con preguntas insípidas, cómo te podría ella imaginar. Le digo con un gesto sencillo, ¿estas cómoda? Ella responde: -¡si bebé, abrazame un poco más! La abrazo. Miro al techo y espero. Espero que vueles en él, no entras en la escena aunque pague más, no entras.

1 comentarios:

leandro dijo...

me gusta, es fètido y tiene un deje sadico que se mantiene y cuando se rompe, es definitivo. Tal vez lo elija para el sabado.

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