collage por @nubelectrica |
1.
SI LE DIJERA
que me crie entre monjas y comunistas
y lo que me sale natural es calcular en julios
los espasmos de las flores, quizá entendería
la flecha que me atraviesa no me divide, yo le crecí alrededor
a mí nadie me habló de solapas,
de tumbas, ni de manos de novia;
solo del trabajo de dios
y su manía de pintar frescos
con las bestias en perspectiva
entonces, encriptado digo porque encriptado concibo:
le escribí hasta que mis dedos sangraron
las nubes
y en el ocaso juré vengarme esperando
después, aliviaría eso que parece y no, sepa que
el termómetro que trajo un día como ofrenda
se convirtió en corona, puso
el cordero en primer plano
2.
EL CEREZO DE COLÓN ES EL ÚNICO DEL BARRIO
y se avioleta en otoño, cada.
violeta hematoma ¿podés creerlo?
caliente como la sangre de los toros;
si parás y mirás desde abajo
se te vuelve el mundo azul, violeta
y si pasa una paloma se despluma,
se desangra encima, pero
hoy que caminé hasta Colón buscando
y no encontré sino gangrena
-chamiza, basura de otoño-
la cara se me apagó como una hornalla
y amenazó con consolarme
el fantasma de la flor y la cereza
que ojalá lo sepulten los pétalos
que ojalá lo fracture un carozo
3.
NO PUEDE SER ESTO
la belleza, la agonía de un zorzal,
un cielo desnudo y un helicóptero
y los perros
-que aunque no se miran se presienten-
mi vecina secando la ropa porque la dejó lloverse,
los edificios que van al verano como fueron al bombardeo,
tubos que llevan, tubos que traen
y los que acá me dejan
fija en la idea
qué hacés vos para vengar la belleza
zorzal con vértigo paroxístico,
hélice tajando el cielo vacío,
perra anidando crías imaginarias, vecina que no lava,
edificio que no colapsa, tubo que no revienta
nada de esto mata
debería estar tranquila
4.
MORENO HACIA EZPELETA CAMINO
con un pucho fantasma entre los dedos,
a esta hora, toda de oro la vereda,
las casas casi abiertas, el contraste:
los humos azules de Severi,
ocres nietos, libres, sucios, barro
las nietas de blanco, de mano en mano;
sol baja, la tarde chiquita, chirriante,
estándar pero eterna
en otras calles, otros mapas
no caen hojas, caen los cuerpos
y yo -cifrada para no morir-
como en el menos noble de los tiempos;
se calla la tarde, mansa, infamia, espejismo,
sacramento y café
criminal, como la infancia,
esta calle ya libró lo que debía
un vecino quema su pila, alegre
la humarada se eleva
5.
EL NIDO ES ESTO,
puede serlo, un pedazo de edificio
a la Jrushchov
con el parquet arruinado por los espamos,
y si asomás la cabeza a la ventana, la intermitencia:
las luces de los otros nidos y los chimangos
alineados,
enseñando
a volar a las lauchas porque las crías se retobaron,
y nosotros,
que malgastamos pólvora en esquejes
y burlamos ingleses por debajo de los trenes
perdimos
jamás podremos reproducirnos, o peor,
terminar de decorar el nido, o mejor aún,
tirarlo abajo y armar con la chamiza un barco
y escribir en él el movimiento
igual te beso en el triunfo inútil del malvón,
aunque el poeta le diga geranio
| Sobre la autora |
Geraldine A. Ruiz (1993) nació en Barranquilla pero reside en Buenos Aires desde el 2014. Estudió composición en la Universidad Nacional de Quilmes. Es artista interdisciplinaria y docente. Publicó Arbolito (2018) y Matar al mensajero (2019), además de poemas sueltos en revistas y antologías.
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