Después de decenas de meses de comunicación virtual, pensar en una nueva revista impresa es casi vintage y un revival necesario. Está a punto de salir “Crisis”, la tercera entrega de Mi Gesto Pank. ¿Qué colores van a formarse en el caleidoscopio textual que desplegará?
  Por Sofía Helena Fontana



Mi Gesto Pank se presenta como “un espacio que difunde y polemiza feminismos y poéticas”. Suenan, en cada nota, distintas voces y melodías, que construyen un unísono; cada ejemplar es una red. La revista está dirigida por Micaela Szyniak, Ayelén Cisneros y Aldana Antoni, que a su vez se encargan de la edición, de la corrección y del diseño y las ilustraciones, respectivamente. 

Cada número de la revista rodea y profundiza, plantea y explota el tema que tiene como leitmotiv. El primer número tuvo como título “El éxito”, y borroneó partes de esa carga capital que nos pesa sobre los hombros (¿por qué tanto?). Vislumbramos en sus textos varias formas de jugar, al tiempo que cada une está esquivando y atajando las demandas de éxito cotidianas –propias y ajenas. El segundo número, “Putas”, pone sobre una mesa de escucha, amor y paciencia, distintos significados de la palabra “puta(s)”; sus usos y reivindicaciones. Mi Gesto Pank compone una “escritura militante” y poética, al tiempo que despliega más mundos posibles y le extiende una mano a quien sostiene la revista. 

En 2018 y 2019 se imprimieron los dos primeros números. Los leímos durante varios viajes: en salas de espera antes de un turno médico, en el bondi, haciendo tiempo en el jardín botánico y, quizás, cuando llegamos a nuestras casas, acostades en el sillón. Pero, con la crisis causada por el virus, “El tiempo se cortó” (como escribe Gabriela Borreli en un adelanto del tercer número de Mi Gesto Pank). Como todo, en tal paréntesis temporal, el colectivo de la revista mutó de formato: del papel impreso a los bits, en casillas de correo y redes sociales. Y ahora, con “Crisis”, al papel otra vez.

El nuevo número sale en diciembre de este año y, con el tiempo que nos da el verano para leer, llegan crónicas, poemas, traducciones, teorías y sentires desde distintos territorios. Los tres números tienen un índice de la hostia, con ilustraciones potentes y discusiones necesarias desde una óptica (trans)feminista. 

        Hasta que puedan tener un ejemplar entre sus manos, les dejamos un adelanto de “Crisis”: 


La poesía es el movimiento [traducción, fragmentos del artículo y poema]
por Natalia Leiderman
¿alguna vez
intentaste
deslizarte hacia el 
paraíso de la sensación y 

encontraste no sé qué 
resistencia que te tiraba 
hacia atrás? ¿alguna vez
te recostaste sobre tu hombro 

de cara a la luna blanca
agotada, gimiendo
por favor, dejame entrar? ¿te animaste
a contar los meses que pasaban y los años 

mientras imaginabas el placer
brillando como miel, guardada bajo llave
en algún árbol secreto? ¿te animaste a sentir 
tu soledad acumulándose 

insoportable, y reconociste
qué clase de estallido podía originar 
toda esta condena? ¿saliste a caminar 
por la mañana 

a donde sea, para mirar
esas vidas refulgentes, sin conciencia 
fluyendo, ligeras, hacia afuera y más allá 
hasta donde sus pulmones 

sus huesos y apetitos
puedan llevarlas? Ay, ¿miraste
con melancolía los sonrojados 
cuerpos de las flores? ¿te detuviste 

a observar los pantanos, los ríos espiralados 
donde pájaros como flechas de fuego 
resplandecen entre los árboles, sus cuerpos 
intercambiando felicidad 

en la elegante, maravillosa
monotonía del diseño universal—
gloria para la sangre, guarida para el espíritu, 
a la que vos no podés pertenecer?

Susurros, de Mary Oliver, en “El trabajo del sueño”, 
(Ed. Caleta Olivia, trad. Patricio Foglia y mío [Natalia Leiderman]). 


Al final siempre se trata de pertenecer o no. A veces estás de lleno en la vida; a veces mirás desde afuera. Tenés un cuerpo. Órganos, telas, tubos, agujeros; un cuerpo es muy fácil de abollar, excepto cuando querés morirte (qué difícil es morirse me dijeron ya dos mujeres de mi familia). El cuerpo me duele, por lo general en lugares extraños y poco importantes; me zumba como un cielo cargado de tormenta. Las fronteras son claras pero son abiertas; entra un maullido, un dedo, el gusto dulce y rosado del postre. No lo elegí, me antecede, y estoy habitada de todo lo que no era pero soy. Me entusiasma y me aterra lo que podamos sentir. El cuerpo es un cielo o un infierno, no hay término medio. Me sumerjo, excavo (no hay fondo); nado, subo a la superficie (toco otro cuerpo) ¿Quién no ansía un centro de placer al que volver para sentirse poderosa? ¿Quién no tiene un dolor itinerante, una herida tornasolada que muta sus colores como una galaxia? ¿Quién no tiene una crisis más o menos estable? 
[...]


Sos una cebolla. Te pelás una capa (dolor rutilante) y te sentís pura. Sentís que esa es tu mejor versión, pero pasa un tiempo y algo te pesa, no te pertenece; tenés que romperte de nuevo. Por cada capa, una crisis. Venís por capas, sos todas ellas pero ninguna. 
¿Hay centro? Creo que el tiempo no alcanza para averiguarlo ni para llegar. Al menos no a mí. Soy lenta y no estoy iluminada; por eso escribo. 
Los poemas son mis flechas más veloces. Los poemas son mis sueños más puros. 


[...]
La crisis es un centro magnético y subsistimos alrededor. Si juntás las cosas que te encienden, durás más. A Patricio se le ocurrió traducir juntxs y nos hicimos adictxs a esa forma de la intimidad. Nos importa menos el poema que amar, por eso el poema nos sale mejor. Si el enamoramiento importa es porque te da un chip para ver el mundo; pienso en el poema de Sandro Penna: el mundo que parece de cadenas/ está todo tejido de armonías profundas. Que el amor te dé algo bueno es que te dé esa visión: un universo con sentido y conspirando a tu favor. 
Escribir es salvarse y escribir de a dos multiplica el placer de salvación. 


Pertenecer a la vida me fascina y después me asquea. Cuando ya empiezo a tomar de los vivos la arrogancia y el olvido, el poema es ácido y me lleva a la orilla. Y entonces cruzo en bote al reino de los muertos. Me entero leyendo a Mirta Rosenberg que translate también significaba, en la época isabelina, morir. No me parece raro, ir y venir de una orilla a otra, de mí a vos, de la voz de Mary Oliver a la nuestra, de cualquier voz a cualquier voz, de los muertos a los vivos, es el oficio. Vamos a pasar nuestra existencia yendo y viniendo, hamacadxs en las aguas, de un reino a otro. La poesía es el movimiento. 


***
Natalia Leiderman nació en 1990 en Buenos Aires. Es escritora y fotógrafa. Publicó los poemarios Animales dorándose al sol (El Ojo del mármol, 2016) y Stařenka (Caleta Olivia, 2019). Forma parte de las antologías Liberoamericanas: 80 poetas contemporáneas (Liberoamérica: plataforma literaria, 2017), Martes Verde (Varias editoriales, 2018) y Otros colores para nosotras: poetas argentinas contemporáneas (Ediciones Continente, 2018). Tradujo, junto a Patricio Foglia, una selección de poemas de Sharon Olds (descargable en: www.malonmalon.com.ar) y los libros El pájaro rojo y El trabajo del sueño de Mary Oliver (Caleta Olivia). 
  

te regalo jazmines 

su perfume recorre la casa 
la impregna
la toma 

el calor en ascenso contribuye 
a narcotizarnos 

ya no sabemos por qué estamos juntos
y si era conveniente 

¿nos duele? ¿adónde?
¿había otros caminos posibles? 

las preguntas, como hábiles enredaderas 
nos reducen 

desplomados en la tarde sin sonido 
entregados a la siesta fulminante 

soñamos. 



| Más sobre la revista Mi Gesto Pank |
Página web, con las notas de los primeros dos números.

| Más sobre las editoras |
Micaela Szyniak: instagram.
Ayelen Cisneros: instagram.
Aldana Antoni: instagram.


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