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Compartimos dos fragmentos de la edición argentina de Leer Mata, el nuevo libro de la escritora española Luna Miguel, editado por Concreto editorial (2024)




MORIR DE AMOR

Sí. Ha hecho el cálculo. Justo cuando empieza a escribir esto le quedan unos tres mil cuarenta y seis días de vida. Algo así, redondeando, como ocho años y medio para acabar con todo. O algo así como setenta y tres mil cien horas para encontrar la manera exacta de despedirse. Parece una simple llamada de atención, o una broma: tal vez lo sea. Podría tratarse incluso de una fanfarronería de escritora que acaba de cumplir los treinta. En realidad ella los cumplió en otoño, hace algunos meses. Ahora es verano. Lleva un bikini rosa ajustado y está frente al ordenador, desde donde supuestamente debería teclear las metáforas de la que será su primera obra de teatro. En lugar de eso, calcula la fecha de su muerte con una aplicación que ha encontrado en Google y escribe varias combinaciones de cifras en el documento. Contra todo pronóstico, la felicidad la envuelve. Programar la tragedia la anima, e intentar adivinar los días y las horas restantes de respiración se le antoja un juego literario divertidísimo. Parece en calma. La mueca de su rostro es cálida. Casi tanto como el sol que se proyecta sobre el cuerpo de su amante, que lee semidesnudo en el terrao, a escasos metros de donde ella se encuentra. Le mira, con su voluminoso libro sobre los muslos, y ratifica: debe morir. Le espía, tan concentrado en lo que las páginas le regalan, y sabe que está en lo cierto: matarse es una responsabilidad. De acuerdo con el calendario establecido, no pasará de los cuarenta años. Lo ideal, de hecho, sería no llegar siquiera a cumplirlos. En Delirio amoroso, Alda Merini escribió que a los treinta años solo se muere de amor; en algún momento de sus diarios, Alejandra Pizarnik aseguró que cumplir los cua- renta sería un crimen. Atendiendo a las sentencias de las dos escritoras, ella se reafirma. No desea cometer crimen alguno: si nació para algo, fue para morir de amor.



PONIENTADA


Le parecerá bonito. Morir de amor. ¿Qué quiere decir con eso exactamente? Después de pasar unos días juntos en la ciudad desértica, su amante debe regresar a sus labores filosóficas en la capital, y ella se queda sola en la casa de su infancia. Abre un ejemplar de El mar, el mar, de Iris Murdoch. Ese que algunos años atrás le había comprado a su madre gracias al descuento que la editorial concede a las becarias. La edición es vieja, pero está tan reluciente que se da cuenta de que mamá nunca llegó a leerlo. Habría doblado alguna esquina. Habría escrito alguna nota al margen, con esa caligrafía tan rechoncha. Habría dejado algún pétalo de buganvilla secando entre las páginas, como siempre hacía con las lecturas que le gustaban. Nada. Cuántos libros intactos dejamos al marcharnos, piensa ella. Cuántas ideas a medias. Es verdad. Puede que “morir de amor” sea un cliché. Le gustaría explicarse. Está convencida de que la narrativa de Iris Murdoch hurgará en la herida. Al releer la sinopsis de la contracubierta, sospecha que va a identificarse mucho con el protagonista: un dramaturgo donjuán que bebe vinos buenos y que cuando quiere dar un vuelco a su vida huye a un pueblo frente al mar. Soy él, se dice. O quiere serlo. Lo primero que le asombra de El mar, el mar es el mejunje de géneros literarios con los que la autora aborda cada nuevo capítulo. Lo segundo, la tentación mortal, es decir, el vaivén de sentimientos depresivos que mece a sus personajes: cualquiera diría que Charles Arrowby va a morir. Su verborrea le arrastra. Lleva toda la noche leyendo y necesita saber más. Por la mañana, sin haber dormido apenas, echa a caminar al puerto y tontea con el viento. Cuanto más se tambalea el cuerpo de Charles Arrowby entre las rocas del mar del Norte, más se dobla el cuerpo de ella hacia la espuma del Mediterráneo. Tiene el libro entre las manos. Hace malabares con su peso. Si el donjuán vive, vivirá. Si el donjuán se arroja, ella caerá con él. En la página doscien- tos y algo, Charles Arrowby sigue vivo. Un personaje así no podría fallecer a la ligera. Iris Murdoch disponía de muchos recursos para entender que las fatalidades de El mar, el mar tenían que ser otras. Ya había publicado dieciocho obras de ficción. Esta era su decimonovela. Dos años antes vio la luz Henry y Cato. Dos años después, Monjas y soldados. Entre tanto, su ensayo sobre Platón y una obra de teatro. La espuma del Mediterráneo choca contra el espigón de los gatos. La ponientada agudiza sus preguntas. ¿Cuánto habría tardado Iris Murdoch en escribir aquellas ochocientas páginas? Los cálculos no le salen, aunque la decisión es firme: su responsabilidad, como lectora, es la de no demorarse en devorar el tocho más de una semana. ¿Para qué? ¿Para “morir de amor”? Quiere explicarse. Con El mar, el mar entre las manos, puede. Porque ella cree injusto que consideremos más heroico el tiempo que tarda una autora en escribir un libro que el de una lectora en leerlo. Qué pasa cuando alguien se desvive por leer algo, qué pasa cuando alguien se desvive por leerlo muy rápido o de manera muy concisa. Qué pasa con esos artistas oculares. Ella se considera a misma una artista de los ojos. Cree que con sus ojos es capaz de moldear la páginas que lee. Le importa demasiado el escritor o la escritora a quien homenajea. Con sus ojos quiere colmar todo aquello que la autora ofrece. Una artista de la mirada para El mar, el mar. Es como si sus ojos fueran capaces de practicar una especie de sexo, una especie de gula, una especie de deporte indescifrable contra la página. Espuma y hormigón. Charles Arrowby está obsesionado con reconquistar a su primer amor y la trama del libro es delirante. Espuma y hormigón. Se tiraría al agua. En vez de eso, marca el teléfono de su amante y le cuenta lo que ha descubierto con asombro: amor, amor, ¡creo que soy una lectora bulímica!

 

| Sobre el libro |


Leer hiere como una daga o una flecha que entra en el corazón. Los libros son peligrosos si se leen con la intensidad a la que se vive y la protagonista de este libro lo hace de manera voraz, hasta la extenuación. En este fascinante ensayo narrativo, Luna Miguel revela su apasionada relación con la lectura, la literatura, el amor y la muerte. 

Leer mata ha sido publicado en Argentina por Concreto Editorial (2024), en Chile por Libros de la Mujer Rota (2023), en Colombia por Rey Naranjo (2023), en México por Almadía (2022) y en España por La Caja Books (2022). Actualmente se encuentra disponible en la Feria Internacional del Libro en el stand 1915, pabellón amarillo. 


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Selección de poemas del libro “Cowboy” de Facundo Podestá (Paquidermo Ediciones, 2023)


Por Micaela Kessler




Los cuises corren a la vera del camino


son todos de color gris y andan

en familias numerosas 

en fila india


Cuando el sol de la siesta

parte la broza

se confunden

con hoyos y sombras

inmóviles 

y ante el mínimo atisbo 

de amenaza

desaparecen en los pajonales


Vos querías un cowboy

de puntería certera 

que los diera vuelta

uno 

a

uno

como tarritos colgados 

del alambrado 


Yo aprendí a tensar el caucho

a centrar la horqueta

a apuntar

con los ojos bien abiertos


Pero nunca pude 

atentar

contra un cuerpo vivo


...



I


En una habitación una ventana sola


esto no es una casa.

No sé por dónde vinimos

o cómo llegamos 


Del otro lado de la ventana

mi padre me observa


Una cortina verde militar 

blande filos

nuestras imágenes sangran


Mi padre ha estirado su mano muchas veces 

nunca para asirme 

(no soy de los que hay que sostener)

bien me he parado con estas botas

tan diferentes a las suyas


La ventana ha estado siempre abierta

pero nunca significó 

que la podamos atravesar 


II


La espalda de mi padre fue ancha


Todo el largo de mi brazo no alcanzó 

para demostrarle afecto


La espalda de mi padre se curva 


Si lo cóncavo fuera un refugio 

lo convexo sería un filo


...


Aguardé a que el agua bajara 

del nivel de los muslos

y me permitiera caminar


Los tiempos de la espera son arduos:

la ceguera en el lodazal 

en lo revuelto del río 


No fue una simple creciente 

que se llevó todo a su paso.

Fue la calma póstuma 

los recuerdos enredados

entre camarotes 

a la deriva 


Apoyé mi palma sobre lo blando 

que opone poca resistencia 

a ser atravesado 


La misma que sujeta y

se resiste al abandono


Anegarse suele ser

una forma de vida





| Sobre el autor |

Facundo Podestá nació en 1983 en Paraná, Entre Ríos, y desde hace algunos años reside en Neuquén capital. En 2022 participó del Festival Intercultural de la Palabra y de las Artes de Neuquén; integra la colección Los vamos a cagar a coplas: Folletos de poesía insurgente N°20 (Pilo García, 2020) y las antologías Paisajes de la Infancia: Poesía Dominguera Vol.1 (Cartografías, 2021), Prebienal “Sentir Malvinas” (UNLM, 2022), Entre Raíces (Centro Cultural Terraza, 2022) y Niñez (Camalote, 2023)


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