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Selección e introducción por Julián Forneiro 


Raúl Castro Olivera. Nacido en Bahía Blanca en 1937. Su primer libro fue “Entelequias” (Aquiles, 1959). Sociólogo de profesión, conferencista. “La casa del olvido “fue publicado en mayo de 1976 y reúne, casi antológicamente, el testimonio poético de sus últimos días.  Meses después de la publicación del mismo, Castro Olivera brindó alojamiento al escritor Leopoldo “teuco” Castilla, quien había recibido amenazas de muerte. Castro Olivera fue abordado por un militar en su lugar de trabajo, quien le recomendó que desalojara a Leopoldo de su hogar en 24 horas, por lo que Castilla, tuvo que exiliarse rumbo a España el 22 de julio de 1976. Meses después Raúl Castro Olivera fue muerto víctima de un operativo de las fuerzas armadas. * 

A modo de prólogo, estas fueron las palabras de Castro Olivera que preceden a sus poemas en La casa del olvido:   


Este libro dado temerosamente.
No hay belleza sin dolor. Donde la belleza
se pretende sola, se agota, se esteriliza.
Emanamos palabras. Somos
testigos de un decir incierto.
Tal vez, entre la niebla del día que nos
tapa, digamos algo.
No es muy tarde. Creemos que no es muy tarde.
Mientras tanto nos queda la mano. Creer que tú existes. Los amigos.
Este libro dado con temor y como un algo de profunda alegría:
Es como creer que vivimos.
Como que, tal vez, verdaderamente se ama.

                                                                   


| selección de poemas |



Las flores del dia


Cómo invade de amor

tanto amor tuyo

al descarnado corazón de invierno

que se inunda de espera y de campanas

como un lento crepúsculo.


Yo no rasgué mi corazón,

se partió solo.


Habías llegado antes

que tu viento de vida

me llenara la boca de magnolias.


En una sola mano

había puesto mi corazón de invierno

para darle el calor del brazo firme,

la horizontal mirada del camino.


Pero no supo el corazón de modos,

ni de cauces a la fiebre de su canto,

ni de amparar el verde de sus ramas

en el jardín virtuoso.


Yo no rasgué mi corazón,

se partió solo.


Y no bastaron las manos del empeño

para reunir las flores de su día.


...


La línea de la vida


La línea que dibujan

estas manos cansadas

madre mía

no logra mantenerse en línea recta

y torna a ser constante despedida.

El pensamiento va, el canto viene

desde antigua nostalgia y pesadumbre.

¡Ay madre mía!

No hay nadie que derrumbe

los tapiales que encierran mi agonía.

Ni voy ni vengo.

Soy ala desprendida.

Sólo un adiós que nunca hubo partido.

Una callada sombra que se olvida.

...


Desvelo


Oigo
tras de los párpados de la noche vacía
respirar el silencio

¿Dónde mis ojos lejos,
desvelados de espera,
reflejan en las sombras
péndulos infinitos?

Es de barcos la noche. Es de bosques
y nubes. 

Entreabriendo neblinas del sueño fugitivo
hay un navío inmenso
que transporta recuerdos.

Por la larga memoria de los días
un niño que nos mira. 


...


Andenes


Soy ese que camina, sobre la madrugada
por los largos andenes.

Y tú,
estarás dormida en esta hora?
tal vez de pronto sea tu sobresalto
y sin querer me pienses.

Pero yo sigo siendo
un hombre que camina los andenes. 


...


La hora del tiempo


A Jacobo Regen


Ahora es
la hora del miedo.
Es decir,
no la hora como de fumar un cigarrillo
o cruzarse enfrente a conversar con los amigos
- los amigos de hablar –
Es decir,
hay amigos de hablar
y amigos de vivir.
Pero ahora es
la hora del miedo.
El miedo está. Lo puedes tocar, beber.
- Pero si no tienes miedo del miedo -
El miedo es un pájaro amplio
que habita por dentro de la piel.
Como el cuerpo blanco, desnudo,
punzante,
habita por dentro del vestido.
Para que el miedo no se mueva
y no nos raspe la piel y la garganta,
nos vestimos de colores, de géneros,
de buenos modales y buenos días,
de buenos seguros y reaseguros.
De buenos.
Nos vestimos de no noche,
de no vino,
de no posar la mano en la cara del otro.
Nos vestimos de no poema,
de no grito,
de no dolor desencajado.
De no.
Pero de pronto, cuando menos lo esperamos,
estamos en la plaza,
sentados en la silla de la oficina municipal
- esperando el número que nos apellida -.
En el aire,
en el avión,
con el salado respiro del mar
que nos hace un remolino en la bóveda del cráneo.
Allí estamos.
Entonces el miedo revienta la piel y la garganta
y el género vestido se nos cae,
y el género masculino femenino se nos cae,
y desnudos, sin la piel,
el miedo nos revuelta por el aire
En infinitos miles pedacitos de vida
y nada.

Ahora es
la hora del miedo.
Hay que cubrirse. 




* Información recuperada por el grupo Caballo Blanco (integrado por Boris Cerda Prémoli, Lucas Ariel Ferrero, Julián Berenguel, Julián Luna y Julián Forneiro)  en el marco del proyecto titulado “Nació en el barrio” que busca elaborar un archivo de artistas de Almirante Brown. El mismo fue financiado con una beca FNA en el año 2018.

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