Esto es la verdad. Esperaron de pie sobre las piedras bajo una leve nevada y escucharon 
el tintineo argentino de millares de llaves al ser sacudidas, al abrir el aire, en los tiempos de érase una vez que eran.
Úrsula Le Guinn 

Unas llaves levantadas en el aire entrechocan: su sonido mínimo
se amplifica al ir de una mano a la otra, crece en olas, se mueve y casi
lo llena todo. Riego las plantas esta madrugada y tus llaves 
Úrsula querida, irrumpen como relámpago, su canto
de una mano hacia la otra acá, aunque estoy yo sola, vos

también a mi lado: como ayer en la estación Inclán, eterna
la espera del subte en hora pico, puro fastidio y de pronto
en susurro apareció el cantito
de cancha irreverente pasó del tarareo
a presencia compartida en súbita potencia, algo
tan parecido a la unión, querida amiga, tus llaves

en esta fin del mundo también retumban, hacen este resquicio y yo
desde mi lugar elijo y lo llamo
posibilidad. Ahora que tengo la edad
de mi madre cuando enloqueció
riego las plantas de madrugada mientras mi hija duerme calma 

esta noche cerrada que a mí
me mantiene desvelada. Si dijera la verdad diría miedo
en días inclementes. Un estado de cosas, vos consolarías
puede parecer eterno pero no
el derecho divino lo fue y cayó: tanto tiempo, tanta vida

hicieron esa caída y yo
no quiero a mi hija de escalón
para despeñar este horror. No sonrías de costado amiga
alzo llaves cucharones, picas y palas, desde mi 
economía de subsistencia afirmo: si no se baila no será

esta mi revolución. Pero sé muy bien lo digo
con la panza llena y a cobijo, Úrsula, cómo se desmonta
la creencia errada cómo se ganan
fuerzas para la revuelta sin ser cordero
sin ser león. Conciliación obligatoria esta madrugada

no hay dragones naves ni palabra sagrada: sólo una mujer
riega en desvelo sus plantas. Sé que entenderías estos giros
cuando enciendo el cigarrillo y sin darme cuenta
aparece en mí el cantito, esta llave en diapasón
libertaria abre resquicios. Pasará

también esto va a pasar: pido una plaza llena donde haya lugar
para mí, mis desvelos de corto alcance y el horizonte
abierto de mi hija. Fraternidad sea el lema que traiga
de la mano a lo demás, como quien dice yo
libre y hermanada en la otredad. Una plaza en alto con sus llaves

donde cada quien se sepa igual, su mismo 
kit de minucias avala toda existencia todas
estas ansias nos llevan, vos lo sabés 
lo sabías y esperabas, entonces tus llaves suenan
Úrsula querida, están acá.


... 



qué hueco de mis manos
qué dirección de mi pie
para que se reconozca lo único que quise tocar
el único lugar hacia el que quise ir
Juana Bignozzi

Veintiuno de septiembre y tan modesta llega
este año la primavera: entre los jazmines, la azalea blanca 
ilumina mi terraza suburbana, trae en reflejo
la otra puro estallido púrpura

su alegría bajando por Sarmiento hacia tu casa. Juanita
hay que cumplir años 
cada veintiuno de septiembre y esta primavera escueta
te devuelve a mí con obstinación. Esa azalea un obsequio

donde en espejo se hizo evidente el dejo: poco 
te importaban a vos plantas, infancias o pequeñas
compañías domésticas. Juanita, rara nuestra amistad
esa atolondrada que fui yo y en vos 

la niña ogresa. Una princesa proletaria, en cruzada
lúcida y fiera frente a todo
eso que no cumpliera tu norma: alta cultura y el arte
su mascarón de proa. Suena hueco y me dejo ir

dos torcazas anidaron la medianera
un barullo frágil entre azahares, enredaderas
y ellas ahí, su nido de restos, cables plastiquitos
nimiedades hacen cobijo. Te cuento esto y me veo

camino a tu casa la azalea púrpura
explosión de flores en tributo 
esa dama que vos eras y yo
a mi modo punki te adoraba.  Compartimos sangre anarquista

pertenencia a estirpes perdedoras, bien lo sabías
tus relatos de Saavedra, el padre panadero
abrió para vos la ópera y el amor
por todo eso que en belleza fuga y

detiene el tiempo.  De otro veintiuno es el mail
te cuento mi embarazo después de un año sin pistas y al momento 
vos respondés: soñé que me hablabas. Digo esto cuando es septiembre 
querría yo este aire durara siempre
pero se escapa tan firmemente como mi hija

cumple años cada año y vos
no llegaste a conocerla. Pienso si será transitivo tu blasón
si quererte fue casi
amar a mi madre así de loca y voraz. Qué escudo representa

tanta sed de gloria en la primavera incipiente
me detengo en naderías, vos lo sabías y llegás acá 
para recordarme: qué hueco podré tocar, adónde
dirigir los pasos en avance constante

querramos o no. Juanita, no hay cruzadas ni guerras santas
este veintiuno mío ni siquiera veo
más allá de ese nido, tan precario su cobijo tan
poquita cosa cuando te trae

 a mí de regreso. Así esta primavera
su respiración cruza cactus y plantas, me recuerda
qué batallas enfrentar cuáles
hacer un lado y porqué se aman

estas cuestiones cercanas, su celebración
cada veintiuno de septiembre en regreso
aquello que florece y sabe, sí que sabe
también pasará.


| Sobre la autora |

Andi Nachon nació en Buenos Aires, Argentina, en 1970. Es poeta, guionista y docente. Su primer libro de poesía, Siam, se publicó en 1990, y le siguieron otros nueve que conforman junto a un inédito En la música vamos, Poesía Reunida 1990 – 2019, Editorial Bajo la luna. Desde 2013 codirige Hain Cine, una productora cinematográfica, actividad que alterna con la docencia universitaria en el campo de la poesía.

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