Pasatiempo

Me paso las horas viendo televisión, transmisiones de voladuras de edificios en las grandes ciudades, la demolición controlada de estructuras mediante la colocación de material explosivo, un hermoso pasatiempo. He descubierto que si pones música de fondo entonces habrás creado una obra de arte, yo propongo a György Kurtág —en especial, si se trata de su “Quasi una fantasía” para piano y grupo de cámara—, así los edificios se agitarán sincrónicamente tras la explosión intencional con la pianística del compositor húngaro. 

Es placentero, si el acero y el hormigón menguan ¿por qué no habría de hacerlo yo, que soy un simple guijarro entre la multitud?


Cadáver


Cadáver, cuando era niño me apodaban Cadáver, me iba bien el apodo por lo flaco y retraído; lo apuntaban en referencia a un jugador de apellido Valdez, un futbolista que fue el mismísimo equivalente de la desilusión: lo perdió todo.
jugué en un equipo de fútbol de barriada, algo cutre, algo bajo, de una melancolía absoluta; once niños famélicos detrás de una docena de bolsas de plástico enmarañadas y convertidas en un balón. Nuestro club se llamaba “Los Cuinos” —porque a esa edad ya nos pensábamos unos cerdos—. Nos entrenaba un borracho indigente al que teníamos que despertar todas las mañanas en los diferentes jardines de la ciudad cada vez que teníamos un partido. El tipo era grotesco, cojo y chimuelo. Nosotros, Los Cuinos, éramos unas chiquillas curtidas por un delincuente, tratando de conquistar la nada.


Suddenly Daddy


Explosiona esa inmensa música heather de Moz contra el mutismo en nuestra testa, en nuestro cráneo. Colillas de cigarro sobre el linóleo sucio, tabaco que hemos vuelto a fumar una y otra vez. Nuestro vómito escurriendo en las paredes, en nuestros muros. Cerveza diseminada, descompuesta por el tubo digestivo de una vaca. Y tus juguetes, tus long Johns, tus risas delicadas fragmentando la acústica, partiendo en dos a Morrissey. El ascetismo y una embriaguez inmarchitable, ¿Será que ya no respiras? Espectros desvelados tocan mi nuca… pequeñísimas manos finas. ¿Será que eres tú? No escucho: “papá” por ningún lado. Estás muerto. Don't make fun of Daddy's voice.


I hate myself


Es fácil odiarse a los diez años. El odio es el pan de cada día que nos ayuda a no subyugarnos en la debilidad. Es fácil odiarse cuando eres un fracasado y ves a Michael Jordan encestar todas esas canastas. Es fácil el odio cuando el Sol revienta todos esos barros en tu cara y la chica a la que puerilmente deseas se va con el atleta del grupo. Entonces sólo te queda la soledad, el alcohol y el punk rock. 
Alguna vez alguien dijo que sólo si haces que todos te odien estarás preparado para la vida y esperarás nada de los demás. 

Yo hago mi propio trabajo desde las notas desparramadas de una canción: Some people ask me why I feel this way / I look at them and tell them just go away / I hate myself and everyone else.


Colofón


No ha pasado nada interesante desde la muerte de los años noventa. Kelly Kapowski está obesa y la agente Scully se llena de arrugas. 

Sigo odiando al niño que fui. 

Hoy es mañana, ha ocurrido, dice Phil desde su eterna jornada en el Día de la Marmota.




| Sobre el autor |

Alfredo Padilla (México, San Luis Potosí, 1983). Estudió Comunicación en la Universidad Mesoamericana. Narrador. Autor de los libros Una pastilla más para que pase el dolor (Editorial Ponciano Arriaga, 2015) relatos incendiarios y rabiosos, acercamientos a la música e historias de alcantarilla, Monólogos de un niño inconforme (Casa Editorial Abismos, 2017) el punk explicado a los niños, Guadalajara Caníbal (Paraíso Perdido, 2018) crónicas, periodismo de inmersión y contraturismo en la perla tapatía. 

Es colaborador de las revistas Letras Explícitas, Yaconic, Nexos, Playboy México, Vice en Español, Noisey MX, La Tempestad, Gatopardo, Rolling Stone México, Penúltima (España), Sabotage Magazine, Golfa, Cream, Marvin, Clarimonda, México Kafkiano, SOMA, Erizo, Revés, Siempre!, Crash, Desiertos Intactos y Diario Norte de Ciudad Juárez, así como de los fanzines Punkroutine y El vacío. En 2014 obtuvo el Premio Manuel José Othón de Narrativa. Ha sido incluído en las Antologías Cuentos Fugitivos (Centro de las Artes San Luis Potosí / Coordinación de Literatura, 2009), Taller de Creación Literaria Vol. III (CONACULTA / Centro de las Artes San Luis Potosí, 2010), Cuentos Potosinos (Ponciano Arriaga, 2010), 17 Voces que dicen presente (Instituto Zacatecano de Cultura, 2015). Lados B. Narrativa de alto riesgo (Nitro-Press / Ponciano Arriaga, 2015) y Ocho narradores de San Luis Potosí (1980-1984) de la revista Punto de Partida de la Universidad Autónoma de México (2016). Escribe una columna quincenal para el sello editorial Suburbano de Miami, FL, titulada Underground.

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