ilustración de Wenyi Geng


Retrato de una inundación que ocurre en otra casa

Una gotera marcó, durante pocas noches, el tiempo de esta casa.
La escuchaban con las medias puestas.
Salían de la cama y caminaban dando brincos como los gorriones
pero las medias se enfriaron y les agarró fiebre.

«Chicos, la inundación se llevó nuestra casa. Ahora está en un lugar mejor».
Hay que volver a comprar camas, tomar fotos para los portarretratos (lo peor de una inundación, perder las fotos).
Pero la mente es amante de los rincones que permanecen oscuros.
No importa elegir entre un sillón verde o gris. Ya no se almacenarán los últimos cambios.
Los adultos de la casa no tenían su fe puesta en los objetos,
y sin embargo…

Pocas cosas de verdad quedan.

El gato duerme sobre la lámpara que fue necesaria para encontrarlo.


Una ciudad en silencio

Y agarró la bola de nieve del living, la sacudió y dijo: así es la guerra.
Yo solo veía los copos artificiales algo agitados y molestos,
pero no por eso menos dulces.
Una vez, un adolescente del hotel donde estábamos
puso explosivos en un balde con sapos y nos hizo mirar.
Agarré la bola para dejarla sobre el mueble de madera. Decía: Neuquén.
Neuquén, quiero que estés en silencio ahora, y en tranquilidad.
Cubrí la superficie con un trapo, como si fuera un animal después de la anestesia que no puede recibir luz.
Qué aburrido, una ciudad en silencio—dijo él, riéndose.
Debe estar llena de viejos.


Colón, Entre Ríos

Era tal como sigue pero con una taza.

Con el tiempo convertido en una paloma entre sus manos, mi abuela nos explica sus dolores:
«tengo un florero roto
en los pulmones. Algo húmedo y pinchudo a la vez.»
Caminábamos, hilos sobresalían
como maravillosos momentos de otra especie en nuestro abrigo de invierno.

El viento estaba limpio, el río sin peces, todo había sido lavado, y ahora sé bien En esos años
las palabras se habían inclinado a nuestro favor
indicándonos las formas para referirse al dolor, aquel objeto tan privado.

(Me conmovía
este signo: los pichones hambrientos y el pan).


En Entre Ríos, mi hermano sacó del agua un tronco que al principio pareció
la terrible yarará.

Recuerdo
para reconocer lo que es discontinuo, como las cascadas soy profundamente reflexión
sobre el hueso de mi historia, escribo y pregunto desde siempre de dónde surge nuestro río 
abuela
me miro en lo que pienso del río
   mi rostro es lo que la víbora al tronco.




| Sobre la autora |

Florencia Madeo Facente nació en 1992. 
Está terminando el profesorado en filosofía y actualmente trabaja como profesora de español para extranjeros. Asiste al taller de Paulina Vinderman. Pronto aparecerá su primer poemario Una ciudad en silencio en la antología de poesía joven «Celofán» (La Carretilla Roja Ediciones, 2018).

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