| sobre la autora |
Cuando Paz Bardi nació en 1993, cuando Capricornio estaba en los cielos.
De pequeña dibujaba geometrías con lapicera mientras hablaba por teléfono. Es difícil todavía conectar estas formas con los cuadros que hace ahora. Tal vez el hecho de estar conectada y distante al mismo tiempo con la otra persona y que eso se transforme en una imagen sea lo único que tenga proyecciones.
Paz vivió tres años en el viejo continente donde residió entre Toulouse, París y Berlin. Allí compartió espacios creativos con otros jóvenes artistas, participando en residencias y muestras colectivas. Experimentó con cuadernos de viaje y bandes dessinnées, que son comics, historietas, pero muy experimentales. Sin embargo, son básicas para contar cualquier historia.
“Si no fuese pintora sería escritora” confiesa hablando de sus excusas, del tiempo y el café en el cotidiano. En el taller de Julio Alan Lepez, al que asiste desde hace varios años, además de pintar, intercambia lecturas con su maestro. Allí encontró un camino.
De todos modos, la producción de obras fuera de este ámbito de formación es rica, ambiciosa y abundante. El año pasado obtuvo la Mención Arte Joven, de la Fundación BanCor y su trabajo fue seleccionado en la Bienal Federal.
Las imágenes que conforman esta serie le fueron reveladas una noche, en una disco, mientras bailaba sola, entre sus amigos, que estaban en la misma que ella. De esa angustia salieron estos cuadros. En ellos están sus amigos.
Una de sus palabras favoritas en francés es pote, que significa algo parecido a amigo íntimo, compañero especial, compinche o compadre.
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