Sin nada que probar y sin nada que perder
Shaman suma nuevos elementos en Sueño
Real, su disco más ambicioso.
por Gabrel Feldman
“Todos sabemos que somos seres materiales,
sujetos a las leyes de la fisiología y de la física, y toda la fuerza de
nuestros sentimientos no puede contra esas leyes; no podemos menos que
detestarlas. La fe inmemorial de los amantes y los poetas en el poder del amor
más fuerte que la muerte, el secular finis
vitae sed non amoris, es una mentira. Una mentira inútil y hasta tonta ¿Resignarse
entonces a la idea de ser un reloj que mide el transcurso del tiempo, ya
descompuesto, ya reparado, y cuyo mecanismo tan pronto como el constructor lo
pone en marcha, engendra desesperación y amor?”, se preguntaba el psicólogo Ken
Kelvin en Solaris, la novela de Stanislav Lem. Entre las cosas que entendemos y
las que no podemos explicar Shaman propone su Sueño Real, tercera entrega junto
a Los Pilares de la Creación, sus propias visiones de dos amantes en fuga, caídos
en desgracia, guiados por el viento y las estrellas. “Es esta sed que no
podremos saciar, mi amor”, canta con su dramatismo intrínseco dando inicio a una
road movie onírica, acentuada por el
protagonismo de los sintetizadores y el pulso electrónico.
Desde sus primeros lanzamientos el mundo de
los sueños y la introspección es una de las temáticas preferidas de este cantor patagónico
que encontró su lugar en el mundo en la ciudad de La Plata. De una versión primigenia
de “El Primer color”, en vivo con su guitarra embrujada, “Vestido plateado” con
Los Hombres en Llamas, hasta las más recientes “Donde nacen las estrellas” o
“Segundo imposible”, por nombrar algunas, podemos recrear esta inquietud. Visto
a la distancia con un telescopio, podríamos trazar los puntos de contacto y
contemplar cómo se relacionan las estrellas más antiguas con las más jóvenes en
esta particular nebulosa que disco a disco se expande.
Nuevos elementos se suman al cuarteto. Teclados
adicionales, violines, percusiones electrónicas y coros, además de las voces de
Santiago Barrionuevo de El Mató (“Sonríe”) y Sara Hebe (“El ‘viejo’ niño en la
vereda”), se agregan convenientemente mientras la voz honda de Shaman narra.
Con la producción preciosista del mexicano Neto García (ganador de un Grammy
Latino por su trabajo en Mujer divina
de Natalia Lafourcade) consiguieron una síntesis entre lo folclórico, lo
eléctrico y lo electrónico. Es un disco ambicioso y bien logrado. Incluso después
de un punto final emotivo y con toda la pompa (“Gracias por tanto”) guarda una
última gema (“Baum”) que asoma de entre el silencio con la excelsa ejecución de
Julián Rossini en piano acompañando al cantor. Fogonazos de luz que poco a poco
se desvanecen como el último pensamiento del día antes de que el sueño vuelva a
devorarlo todo de un solo mordisco.
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