Luego
de una gran espera, Las Ligas Menores edita su primer disco largo. Un puñado
de canciones brillantes destinadas a perdurar por siempre.
por Claudio Kobelt
Pop, noise, punk, rock de guitarras,
voces dulces, nostalgia y un montón de magia parecen ser las claves para
entender a Las Ligas
Menores. El quinteto de Capital, tan poderoso como delicado, que luego de dos muy
recomendables ep´s llega finalmente a su primer Lp.
Este disco relanza algunas de sus canciones ya editadas además de sumar algunas
inéditas, pero todas con un nuevo y
mejor sonido, apreciando ahora así los finos detalles y texturas involucradas.
Un beat certero y un punteo delicado
indican el comienzo del baile. De
pronto, una ráfaga de guitarras feroces encienden la canción en llamas, para
terminar sumándole algunos segundos después la personal voz de Anabella Cartolano, dándole
así una última pincelada, un color final. Es así como la celebrada “Renault Fuego”
parece estar compuesta de combinadas capas sonoras: Melodía sobre distorsión
sobre ritmo, sueño-furia-baile, capa sobre capa sobre capa para un resultado
perfecto en una canción pop de brillante espíritu punk. Cartolano entiende a la perfección como usar los múltiples
matices y colores de su voz, usando la potencia justa y modulación necesaria.
No necesita gritar ni cantar fuerte para transmitir su mensaje con energía. Su
voz vive la canción como contándonos la historia desde adentro, siendo parte,
sintiendo ese cansancio y el dulce hastío de la incomprensión que nos relata. Esto
se aplica también a la hermosa “A 1200 Km”, donde nos dice eso de “No voy
a aprender más/ no es ser necia, es
necesitar recapacitar”. Una enérgica tonada ideal para el pogo y el baile
pero con un corazón herido de tristeza.
La ya conocida “Gran Ciudad” plantea el primer cambio en cuanto a melodía
y sonido respecto de los dos temas anteriores, entregando una balada mid tempo comandada por la árida voz de Pablo Kemper,
secundada por unos coros exquisitos y una aguda guitarra marcando el rumbo, con
cierta oscuridad suave presente, como si el alba y la noche pelearan por siempre.
Todo vuelve a estallar para “El Viaje de Elvis”, frenético y dulce rockabilly
sobre la construcción de los momentos; y “Europa”, por su lado, es sin duda uno
de los puntos más altos del álbum, con la dulce voz de María Zamtlejfer planeando
suave, pequeña, como un gorrión anidando en el recuerdo de todo aquello que no
pudimos cambiar.
“Accidente”, “Tema 7” y “Crecer” ratifican su lugar privilegiado entre
las mejores canciones de los últimos años del nuevo rock, ahora potenciadas por
este impecable sonido. Lo mismo sucede con “Miércoles” y “Avenida Principal”, las cuales
hasta el momento no tenían un registro formal pero que son ampliamente
conocidas por sus versiones en vivo y videos en youtube. Es sumamente
interesante escuchar estas melodías y luego oír el resto del álbum. Así de esta
manera podremos apreciar el franco crecimiento compositivo y sonoro de un grupo
con una clara y vasta proyección.
“Hoy
me espera” es una balada punk desolada, propulsada por un teclado preciso y la necesaria voz de Pablo Kemper.
Necesaria ya que con otra voz al frente esta sería otra canción, una que sin
dudas, sería mucho menos emocionante. Otro
gran momento de Kemper en la voz es “Tibet”, mantra destellante de naranja luz
de ocaso, espíritu crudo de desazón y melancolía
sobre un campamento en la base de la montaña. El fin del álbum llega con la sorprendente “29 de Septiembre”,
y otra balada sobre el amor en/como el fin del mundo.
Las canciones de Las Ligas no hablan del
amor como logro, hablan del amor como meta y esperanza, como búsqueda eterna y
destino lejano, como la llegada imposible a una carrera sin final. Quizás sea
“Avenida Principal” la única canción donde los protagonistas huyen juntos sobre
un mundo en ruinas, pero en el resto de los tracks las historias hablan del
desamor, los sueños rotos y la no concreción del anhelo. Corazones en pena vibrando en ritmo y
flotando en distorsión, es decir, la más
pura quintaescencia del pop.
Sobre una pila de autos incendiados y
sonrisas ocultas ondean las banderas del sentimiento. De fondo estos himnos sensibles suenan como el
remedio para cantar frente al
apocalipsis total. Allí estamos, parados solos
sobre los escombros calientes y con las manos vacías, mirando la belleza
plena de un mundo en ruinas. Estas son melodías para ver el cielo cambiar de
color pensando en el amor que se perdió, para soñar que algún día podremos
volver a soñar. El mundo se va a derrumbar, y canciones como estas son las que nos
van a salvar.
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