Tras la visita de Daniel Johnston, una crónica en primera persona sobre las sensaciones que dejó su paso por nuestro país.
Por Lucía Alvarez
Ilustraciones: Pedro Mancini


Escuchen y les contaré una historia
Acerca de un artista que está envejeciendo
Algunos irán tras la fama y la gloria
otros no son tan intrépidos.

Esta vez es cierto. El show suspendido y reprogramado se confirma. Daniel Johnston se presenta por primera vez en Argentina, y la librería de comics Moebius Liceo organiza una muestra de sus dibujos originales con venta de merchandising. Como parte del “moebius staff”, mi trabajo consistirá en vender posters, remeras y prints autografiados. El día anterior chequeo el número de asistentes en la página del evento: 200, 500, 700, 1000...  y esa noche no puedo dormir.

Hago una búsqueda general de Johnston en internet, y trato de recordar cómo conocí su música. La respuesta se retrotrae al film Kids, un muestrario sensacionalista de la adolescencia de los 90, rebosante de sexo, violencia y drogas. En la escena más cruenta de la película, una discusión banal entre jóvenes se convierte en una pelea encarnizada y desigual. Casper, uno de los protagonistas, y su grupo de amigos skaters se ensañan contra un único chico, al cual atacan de modo brutal. Irónicamente, la secuencia está musicalizada por Casper the friendly ghost:Nadie jamás lo trató bien mientras vivía, Pero todos respetan a los muertos”. La elección de la música no es casual. El contraste entre el sadismo de la escena y la dulzura de la voz que le canta a su personaje favorito de tv remite directamente a la esencia adolescente, a aquello que es a la vez indómito y aniñado. El joven cae ensangrentado al piso, sin vida, y la escena concluye.

El arte de Daniel Johnston parece tener una base lúdica que se abre a partir de la espontaneidad. Se aparta de la canción edulcorada y plástica para llegar al estado musical más natural, a un rock-pop desprolijo y sucio. Más allá de las desafinaciones y de los acordes imprecisos, se descubre la sensibilidad de quien logra componer canciones delicadas y hermosas. Tal vez la mayor sabiduría de Johnston se encuentre en la poesía de sus letras, en las que en un lenguaje muy sencillo y aparentemente naif filosofa acerca del amor, el arte, la soledad y la incomprensión:

Las mejores cosas en la vida en verdad son gratis.
Pájaros que cantan y abejas que ríen.
“no me entienden” dice él “el sol no brilla en su tv”

Llega el día de la muestra y el Patio del Liceo es un collage de pelos multicolor y camisas escocesas. Las obras llegan tarde y la muestra se monta en diez minutos. Mil chicos se agolpan frente al stand del merchandising. Algunos afortunados podrán comprar los pocos cassettes y cds que aparecerán furtivamente. Otros reclaman los comics que no llegaron. Trato de cumplir con la tarea que me toca en medio de una vorágine de fans. De repente, lo inesperado: silencio total, y el niño gigante entra al local de comics. Absorto, observa la variedad de libros y hojea algunos, sin prestar atención a los chicos que a su alrededor lo fotografían. Con un Sky Masters of the space force de Kirby en sus manos, da unos pasos recorriendo el local. Finalmente, la burbuja del niño gigante se rompe y se escucha una voz aniñada y chillona: “thank you, everybody!”; y todos aplauden y gritan, porque tuvieron la suerte de compartir juntos ese instante mágico. Johnston se va. Cientos de chicos lo siguen, haciendo caso omiso a la advertencia: The artist walks alone.

Más tarde encontraremos tarjetas con dibujos, frases en un intento de inglés, pequeñas obras de arte dedicadas al ídolo que quedaron desperdigadas por el patio. El resto serán fotos y anécdotas. El niño regresa a la burbuja. Hasta que vuelva a romperse, y de su arco iris de tinta broten ranas alienígenas y patos espaciales.


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