Una mañana descubriendo a Tobogán Andaluz con José Goyeneche de Valentín y los Volcanes.  

Nadia Sol Caramella

ph: Matt Knoblauch
Día de semana. Ellos suben al tren, tienen la intuición de que algo bueno va a pasar, y eso bueno podría ser cualquier cosa: una coca helada, una desayuno con amigos, tocar canciones bajo el sol.

Llegan a la casa de José. Facu acomoda los micrófonos, corre de lugar los amplis. José sale al patio y se sienta al lado de la pileta, que al parecer hace tiempo está vacía. Eso lo vuelve lejano, como de otro tiempo. La escena se desarrolla casi en silencio, sin querer el amanecer produce sus propias melodías.

Facu es el frontman de Tobogán Andaluz, una banda que abre grietas desde el under más under. Con guitarra en mano, los Tobogán arman su propia escena. Parecieran ir por los bordes de los ámbitos más “indies” pero a la vez confluyen en los mismos espacios. Por eso, hay que ir a buscarlos en alguna escalera escondida del Matienzo, en el baño de Zaguan Sur, en el camarín de La cigale o en la plazoleta en frente de Pura Vida, sin luces, sin micrófonos y con un pequeño grupo de amigos cantando canciones, mientras a metros todo suena más fuerte, profesional y agitado.

José y Facu se cuelgan las guitarras, empiezan a tocar en la habitación. Las rejas de la ventana dibujan sombras sobre sus cuerpos, los recorta y les devuelve la forma. Algo vibra en sus canciones, son simples, honestas. Suenan como si esas melodías siempre hubieran existido.

Más tarde, por alguna razón, Facu sale. Entonces José se anima: “Facu tiene una facilidad increíble para las melodías oscuras, festivas, melancólicas y yonkies. Son canciones pop, pero llenas de muerte, de rabia, de chicas sub 20 del conurbano, que muerden su corazón con el único objetivo de hacerlo sentir una mierda. Él aprovecha cada derrota para componer alguna canción urgente. Pero me alegra verlo triste, luchando contra la afectación que afecta a cualquier artista joven. El nombre de su banda es horrible, tal vez el peor, y eso es una buena señal.” José apoya la guitarra en el piso y prende un cigarrillo, mira por la ventana y ve a Facu sentado en el pasto bajo la sombra de un árbol, que al lado suyo es un gigante, algo desproporcionado para ese retrato. Al notarlo José sonríe y sigue: “La simpleza que emociona no es únicamente simpleza, es algo más. Es la complejidad en un molde simple. Un guitarrista que puede tocar miles de notas por segundo no es un artista, es un atleta, salvo que esa destreza desnude su espíritu. Es una suerte que Facu no sepa tocar más que algunos acordes. Si Jonnhy o Cobain hubieran estudiado diez años de escalas, posiblemente nuestra adolescencia no hubiera sido tan divertida.”

La mañana pasa. Las canciones se repiten en una playlist. Facundo y José conversan sobre “La capital del mundo”, el próximo disco de Tobogán Andaluz. José asegura: “El nuevo disco no puede ser menos que un gran mapa plagado de botellas de vino, muchachas con vestidos de feria americana, cajas de fósforos que encienden la noche y el deseo atrapado en palmas que aplauden bellas y terribles melodías." Una descripción sugerente para un disco que se hace desear. 

(Mientras tanto descargá “Viaje de luz” )

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