El redescubrimiento y análisis de una prosa animal. William Burroughs en The
Cat Inside.
por Daniel Rojas Pachas
No creo que nadie sea capaz de escribir una
autobiografía completamente sincera. Estoy seguro de que nadie podría soportar
leerla: Mi pasado era un río maligno.
el William
Burroughs – The Cat Inside
Gato Encerrado
(The Cat Inside) de William Burroughs es un texto híbrido, a medio camino entre
el diario, la narrativa fragmentaria y el aforismo. Un libro no muy difundido
en nuestra lengua pues fue originalmente publicado en una edición limitada 86 y
se mantuvo inédito en español hasta el 2007. A través de sus páginas conocemos más
acerca de la intimidad del autor, los cual nos permite redescubrir facetas que
los lectores asiduos a Burroughs intuimos en su prosa. Sospechas que en este
libro se confirman con desenfreno y brutal honestidad.
Las frases
certeras saltan como testimonios desgarrados, excéntricos rasgos de la
sensibilidad creativa y animalística de William B – resalto lo animal en lugar
de hablar de simples caracteres humanos, pues precisamente esa humanidad
individual y colectiva es la que se tensiona con ímpetu al revelar los tipos de
interacción que Burroughs – en primera persona – sufre en sus distintos
periodos, infancia o madurez, estados oníricos y de diurna lucidez, estancias
que abarcan procesos escriturales y la posterior difusión de sus obras a través
de múltiples viajes por el mundo, siempre al alero de un felino que lo adopta o
abandona, digo adopta y abandona –dejando claro que este sentimiento no siempre
es material pues en algunos casos Burroughs es abrazado mágicamente por
espíritus animales que lo reconfortan o atormentan en sueños apocalípticos o
bajo la epifanía de un tótem que reorienta su percepción “Cuando tenía cuatro años tuve una visión en Forest Park, Sant Louis.
Mi hermano iba delante de mí con un fusil de caza. Yo me había quedado rezagado
y vi un pequeño ciervo verde más o menos del tamaño de un gato. Con claridad y
precisión a la luz del sol de última hora de la tarde como si lo estuviera
viendo a través de un telescopio. Más tarde cuando estudié antropología en
Harvard, aprendí que se trataba del avistamiento de un tótem animal y supe que
nunca podría matar un ciervo”.
En aspectos más
mundanos, los animales que se suceden a lo largo de los relatos, domestican su
vida, debido a que el animal impone su temple y personalidad a los hábitos del
hombre que mal ha creído ser dueño o amo de seres que funcionan alienando
nuestro cariño mientras reacomodan el entorno en base a sus necesidades, deseos
y ansias de libertad.
Es paradigmático
el caso del gato blanco, al cual Burroughs compara con un Niño Árabe: “Este gato blanco me volvería loco si
tuviera que vivir en el mismo apartamento con él a mis pies, frotándose contra
mi pierna, poniéndose boca arriba delante de mí, saltando encima de la mesa
para meter las pezuñas sobre la máquina de escribir. Está encima de la
televisión, está encima del tajo, está en el fregadero, está metiendo la pezuña
en el teléfono. Yo estoy recostado sobre el aparador bebiendo algo. Cuando creo
que está fuera, entonces salta encima del fregadero y pone la cara a sólo diez
centímetros de la mía. Al final lo echo y cierro la puerta… como un niño árabe
que sabe que se está portando mal también sabe que tarde o temprano lo echarás.
No hay ningún problema, coge y se va, desaparece por un callejón en el
incipiente anochecer, y, pam, ya se ha ido, dejándome con un ligero sentimiento
de culpa”
Claro que el
hombre, basado en su superioridad racional cree ser el amo y establece sus
conductas destructivas, manías y prejuicios que traspasa a los animales,
contaminando a otras especies, pero a ojos de Burroughs el gato es diferente y
su libertad inquebrantable es prueba de una rebelión y autonomía que el hombre
no es capaz de fisurar, el gato no está determinado por maniqueísmos y una
moral dicotómica “El gato no ofrece
ningún servicio. El gato se ofrece a sí mismo. Por supuesto busca cariño y
protección. El amor no se compra a cambio de nada. Como todas las criaturas
puras, los gatos son prácticos (…) Los perros comenzaron como centinelas. Es su
función principal en la granja y en la aldea, alertar de lo que acecha, como
cazadores y guardianes, y por eso odian a los gatos. <> (…)
Lo único que hacen los gatos es ronronear y alienar el cariño del Amo, desde mi
más sincero punto de vista de comemierda- Y lo peor de todo es que no saben
diferenciar entre el bien y el mal”
Por tanto, rápidamente
uno piensa en el concepto de familiar. La literatura de fantasía y la mitología
nos ha aproximado con vehemencia a esa idea a través de los rasgos que hacen de
un ciervo, gato, búho, cuervo u otro animal (incluso especies oscuras como los
Imp o formas etéreas como un fuego fatuo o elementales) un espíritu protector o
criatura arcana invocada por un brujo para estar a su servicio, ser su espía y
fiel amigo, esta invocación recibe el nombre de familiar pues la sabiduría del
animal queda dentro del círculo personal del arcano y el animal que contiene
dicho poder y lealtad es traspasado a sus descendientes, Burroughs de este modo
se vincula con dimensiones druídicas. “En
los últimos años me he convertido en un devoto amante de los gatos, y ahora la
criatura resulta claramente reconocible como un espíritu de gato, un Conocido.
Cierto es que tiene parte de gato, y también de otros animales: zorros
voladores, gálagos, colugos filipinos de enormes ojos amarillos que viven en
los árboles y son inútiles en tierra, lémures con colas anulares y lémures
ratón, martas, mapaches, visones, nutrias y zorros arena”
Burroughs a
través de los sueños y pensamientos que expone en The Cat Inside, se declara un
defensor de la dimensión mágica de la naturaleza ante las abrasiones que
provoca el progreso: “La sustancia mágica
para la conservación de animales está siendo retirada. Ya no está el ciervo en
el Forest Park. Los ángeles están abandonando las alcobas de todas partes, la
sustancia en la que se conservan los Unicornios, el hombre de las nieves, el
ciervo verde es cada vez más fina, como las selvas tropicales y las criaturas
que viven y respiran en ellas. Al igual que caen las selvas para hacer sitios a
moteles y a Hiltons, y a McDonalds, todo el universo mágico está muriendo”
Su visión apocalíptica
del mundo no es abandonada, lo grotesco y deforme, la degradación de la carne
propia de la interzona se atisba en pesadillas que muestran la inocencia o
belleza mutilada por una fealdad que nos supera “La Tierra
de los Muertos… Una pesta a alcantarilla hirviendo, gas de hulla y plásticos
quemados… yacimientos de petróleo… montañas rusas y norias llenas de maleza y
enredaderas. No encuentro a Ruski. Grito su nombre… <<¡Ruski!¡ Ruski!¡
Ruski!>>”. Un profundo sentimiento de tristeza y aprensión. <<¡No
debería haberlo traído aquí!>>. Me despierto con lágrimas corriéndome por
la cara”.
Esta abominación
que Burroughs desata con sus profundas pesadillas, dejando de manifiesto la
estética del mal que nos rodea, se anida de modo explícito y voraz en el retrato
de un hombre maduro de piel blanca y barba que impone su visión occidental del
mundo, nuevamente una visión en exceso moralista y dicotómica, lista a escindir
el mundo en buenos y malos y castigar duramente bajo la orden de sus prejuicios.
“El consejero era un hombre sureño con pinta de
político. Nos contaba historias de hogueras, sacrificios animales de la basura
racista del insidioso Sax Rohmer – Oriente equivale al mal, Occidente equivale
al bien. De repente aparece un tejón entre los niños –no sé por qué lo hace,
simplemente juguetón, amigable e inexperto como los indios aztecas que les
llevaban fruta a los españoles y estos les cortaban las manos. Así que el
consejero se apresura hacia su alforja y saca su Colt 1911 automático del 45 y
empieza a disparar contra el tejón sin darle, equivocándose a cada tiro desde
una distancia de un par de metros. Finalmente coloca su pistola a siete
centímetros del tejón y le dispara. (…) Y pregúntate a ti mismo ¿Qué vida vale
más?¿La del tejón o la de este perverso hombre blanco de mierda? Como dice
Brion Gysin <<¡El hombre es un animal malvado!>>”
En ese sentido
gatos e infantes, traviesos niños mágicos son los que deben ser protegidos por
un guardián, pues ellos, fetos, gatos e híbridos son una prolongación de la
magia en peligro de extinción. “Anoche
encontré un gato de ensueño con un cuello muy largo y un cuerpo similar a un
feto humano, gris y traslúcido. Lo estoy acariciando. No sé lo que necesita ni
cómo dárselo. En otro sueño de hace años aparecía un niño humano con los ojos
desorbitados. Es muy pequeño, pero ya camina y habla. ¿No me quieres?- De
nuevo, no sé como ocuparme de la criatura. Pero ¡me he propuesto protegerlo y
criarlo a toda costa! Es responsabilidad del Guardián proteger a los híbridos y
a los mutantes en esa etapa tan vulnerable que es la infancia”.
Burroughs se
plantea como ese guardián a lo largo de sus digresiones, allí radica también un
crucial nodo de su percepción mutante, su escritura y arte fragmentario y
discontinuo frente a la magia oculta y mutante de la naturaleza, en esta obra
William B hace de forma genuina y desentendida de pretensiones una declaración
de principios y un manifiesto de su genio “Mucho
más tarde supe que había sido escogido para interpretar el papel de Guardián,
para crear y criar criatura en parte felina, en parte humana y en parte algo
aún inimaginable, que bien podría ser el resultado de una unión que no ha
tenido lugar desde hace millones de años”.
Por tanto, una
parte vital del libro radica en el modo que Burroughs introduce por medio del
concepto de “funcionalidad” la manipulación que las sociedades humanas han dado
a los animales, perros y gatos principalmente, pero incluye a otras especies –
imponiendo tareas como vigilar, acompañar, entretener o el simple exotismo y
contemplación que vivimos en los zoológicos, una reificación del comportamiento
de estos animales determinados por nuestra crueldad y estupidez que hace de estos
seres vivos por un lado símbolos de nuestra personalidad, rasgos que queremos
resaltar o enaltecer, como diciendo que tal hombre es una fiera, o peor aún,
haciendo de ellos proyecciones de nuestra violencia, miedos, morbo, rabia y
control: “No odio a los perros. Sí que
odio lo que el hombre ha hecho con el mejor amigo del hombre. El gruñido de una
pantera es seguramente más peligroso que el ladrido de un perro, pero no es
feo. La furia de un gato es bella, ardiente con una pura llama de gato, con
todo el pelo encrespado y con crujientes brillos azules, parpadeando con los
ojos encendidos. Sin embargo, el ladrido de un perro es feo, como el gruñido de
un sureño cateto y mafioso y anti islamita… el gruñido de alguien que lleva una
pegatina en la cintura con las palabras <<¡Matar a un maricón por
Dios!>>, un gruñido con pretensiones de superioridad moral. Cuando ves
ese gruñido en realidad estás viendo algo que, en sí, no tiene cara. La furia
de un perro no le pertenece. Es dictada por su entrenador. Una furia mafiosa es
dictada por los condicionantes del entorno”.
Burroughs en
este texto da cuenta de la belleza del animal pero también del adiestramiento
humano que no tiene límites y es capaz de imponer a su entorno, el odio y la
neurosis que nos ha llevado a ser el mamífero más peligroso sobre la tierra,
uno bípedo y desplumado que viste pantalones y piensa tener todas las respuestas
respaldándose en sus cercas y armas, esclavizando todo a lo que teme o no
entiende o piensa representa un peligro para su supervivencia. Ese temeroso
hombre blanco que no tiene tapujos en decir ante la simple presencia de un
milagro natural como el mítico hombre de las nieves vagando libre por su
hábitat, espacio natural invadido para construir centros recreativos o plantas
hidroeléctricas: “<<¿En tu opinión
qué se debería hacer con estas criaturas si existieran?>>. Una oscura
sombre atraviesa el horrible rostro de la chica y sus ojos brillan con
convicción <<¡Matarlos! Podrían herir a alguien>>.”
Creo que la
última frase que Burroughs nos regala en este maravilloso y honesto libro da
cuenta de su esperanza por la especie, capaz de reconectarse con su espíritu
felino e híbrido y potencialmente salvarse de su limitada moral y sensibilidad
miope “Nosotros somos los gatos
encerrados. Somos los gatos que no pueden caminar solos y para nosotros sólo
hay un lugar”
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