Al margen de cada una de sus palabras, se sostenían atadas a su garganta,
aún aleteando,
todas las violencias.

Su cuerpo era una de esas migajas de sílabas que se derrumban sobre el piso.
Pero era alivio.
Era donde los segundos comienzan a contar.
Era todo eso que desearías nunca ver.

Su saliva digería otras lenguas.
Invadía espacios destinados a no ser.
Incubaba placebos para no morir.

Él está ahí.
Él y los otros él esperan el sacrificio.

Rocían sobre el margen las sobras de lo que nunca pudieron tener.
Gozan con cada una de las fracciones de tiempo, que comienzan a abandonar sobre sus centros.
Arañan sus pieles gritando sin voz.

Y, ahora, hechos todas las violencias, bañan sus otros cuerpos que mueren,
con sus órganos titilando en la oscuridad.

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