La ropa sucia
No hay nada más al sur
que vos
arañándote la piel entre azucenas,
detrás de la luz gélida de los televisores,
o entre las heridas
de la noche.
Aspirando las cenizas
de este suelo incierto,
haciendo del dolor
un albergue transitorio,
domesticándolo y exhibiéndolo
como si fuera un animalito
al que se le da de comer,
como si realmente se alimentara
de todo el maquillaje
corrido,
de todos los pedacitos de tu alma,
de todos los platos rotos
que van a ver al mundo partir
hacia un destino compartido,
mientras vos te quedás ahí,
abrazada a ese amor de mostrador
del que te babeás
todas las mañanas
para cubrirte de él y dejarlo caer
sobre la ropa sucia,
sobre la lista del supermercado,
o sobre un librito de poemas rosas
que leés bailando charleston
arriba del glaseado del pastel
con que nunca me serviste la mesa,
quizás porque siempre creíste que la mesa era para hacer el amor.
Hablabas del amor como el tipo que sale en la radio
hablando del cambio
climático:
tan pendiente de la estadística y del ascenso de la temperatura global,
y uno se pregunta dónde quedó
dónde carajo está parado
mientras el mundo se va a la mierda,
porque
o yo estoy loco
o vos
estás
a varios cigarrillos de distancia,
y el dolor y la mesa y el tipo de la radio pueden pegarse un tiro bien al sur,
ahí con vos,
y cursar un seminario sobre cómo apagarse en cuotas,
aprenderían a caminar,
y se irían de vos
de una vez por todas.
Entre el amor y la palabra amor
Entre el amor y la palabra amor
hay un cementerio
de ilusiones
que danzan con la mirada muerta
en la espiral de nuestra suerte,
se tapan el rostro con secretos terrenales
para no aturdirse con la eternidad,
y al final del día se sientan a esperar
que la vida les pase por encima
como un rayito de sangre o sol.
Ayer nos encontraba el cementerio
chapoteando entre las lápidas,
adivinando la edad de los cadáveres;
hoy ya hace varios fríos que somos
parte de él; nuestro vínculo murió
con los dedos anclados al mundo
y a nuestros fantasmas
los detuvieron por tráfico de derrotas,
tienen el alma escamada de tanto esperar
y visten los trapos que les da la muerte.
Vos tenés la mirada muerta en una espiral,
yo me dejo aturdir por todo.
Camino con las manos apuntando hacia el dolor,
hacia el niño que se fue,
hacia la punta del zapato.
Identidades
'Who are you?' said the Caterpillar.
This was not an encouraging opening for a conversation. Alice replied, rather shyly, 'I — I hardly know, sir, just at present — at least I know who I was when I got up this morning, but I think I must have been changed several times since then.'
Lewis Carroll
que me demoro en la pregunta de la oruga
para que Alicia me arranque de los brazos
el alquitrán del que se empapa la consciencia:
'al menos sabía quién era
cuando me levanté esta mañana'.
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3 comentarios:
muy bueno
Este muchachito sólo tiene quince años, "una joven promesa" como dicen los viejos! =)
Muy bueno
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