[Con qué ritmo]
Con qué ritmo
saltando tristemente
late tu corazón
de árbol en árbol
de ventana en ventana
de vereda en vereda
como las hojas que el otoño arranca
del fuego y del agua.
Ya no pienso en ninguna distracción,
todo lo que quiero
nace de tus ojos
y de tus dedos,
de una sombra que se mete bajo la cama,
del sonido del teclado
llamando estas letras
a convertirse en un poema.
La ciudad es un cuerpo extraño
que se mece en la mañana
hecho de un silencio rápido
y de huesos magros.
Estremecedoramente dulce
y limpia de rocío
la nube
de tu rostro
me devuelve el día.
[Glen Gould y la música de las estrellas]
Glenn Gould interpretó a Bach como nadie.
En mi barrio
hay pájaros que, sorprendentemente,
cantan por las noches.
Glenn se sentaba al piano
con el mentón casi a la altura del teclado
y su cuerpo comenzaba a balancearse,
a girar en torno a un eje imaginario,
a un sol, a una estrella diminuta que existía
dentro de su cabeza,
marcando el tempo de la música que estuviera tocando.
Tarareaba las melodías mientras lo hacía,
a veces con voz de barítono.
Puede oírse su voz en numerosas grabaciones.
Sus dedos bailaban sobre las teclas,
daban el pulso perfecto.
A veces, por las noches,
puede sentirse dentro nuestro
el pulso perfecto de un dios que está dormido.
En Glenn
todo el día estaba despierto.
Todo el día.
Y Glenn
todo el día
estaba dormido.
Todo el día.
Cuando ves su alma
entendés que Glenn estaba atrapado dentro de esa noche
y como algunos pájaros de mi barrio
cantaba, cantaba, cantaba,
dentro de esa noche.
Su música llegó a las estrellas.
Su canto fue perfecto.
Como un dios.
En el disco de oro que la NASA incluyó como parte del programa Voyager 1
hay grabaciones de Glenn tocando a Bach
para que lo oiga todo el Universo
aunque siempre sea de noche.
Como un dios
Glenn siguió tocando.
Su canto fue perfecto.
Su noche fue perfecta.
En mi barrio
hay pájaros que, sorprendentemente,
cantan por las noches.
Glenn se sentaba al piano
con el mentón casi a la altura del teclado
y su cuerpo comenzaba a balancearse,
a girar en torno a un eje imaginario,
a un sol, a una estrella diminuta que existía
dentro de su cabeza,
marcando el tempo de la música que estuviera tocando.
Tarareaba las melodías mientras lo hacía,
a veces con voz de barítono.
Puede oírse su voz en numerosas grabaciones.
Sus dedos bailaban sobre las teclas,
daban el pulso perfecto.
A veces, por las noches,
puede sentirse dentro nuestro
el pulso perfecto de un dios que está dormido.
En Glenn
todo el día estaba despierto.
Todo el día.
Y Glenn
todo el día
estaba dormido.
Todo el día.
Cuando ves su alma
entendés que Glenn estaba atrapado dentro de esa noche
y como algunos pájaros de mi barrio
cantaba, cantaba, cantaba,
dentro de esa noche.
Su música llegó a las estrellas.
Su canto fue perfecto.
Como un dios.
En el disco de oro que la NASA incluyó como parte del programa Voyager 1
hay grabaciones de Glenn tocando a Bach
para que lo oiga todo el Universo
aunque siempre sea de noche.
Como un dios
Glenn siguió tocando.
Su canto fue perfecto.
Su noche fue perfecta.
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[Acerca del autor]
Matías Berrondo nació en septiembre de 1985 en la localidad de Morón, es editor de revista literaria La boca rota, en la que publica a nuevos escritores independientes.
contacto: Las bocas de la voluntad
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