Desde las cuatro cuerdas, Santiago Capriglione comanda a sus músicos y compone un disco que es un manifiesto existencialista donde las ambigüedades de la vida se vuelven evidentes.

 Por Joel Vargas

Nicanor Parra escribió: “Yo soy el Individuo. / Primero viví en una roca/ (Allí grabé algunas figuras). / Luego busqué un lugar más apropiado”.  Así lo hizo Santiago Capriglione en Subibaja, su primer disco solista: buscó la manera de darle una forma más apropiada a su música, para demostrar en primera persona todas sus cualidades compositivas. ¿La fórmula? Once canciones simples y ambiciosas.  ¿El resultado? Un individuo nuevo.

Se podría catalogar al álbum como una obra conceptual. Un diario íntimo lleno de confesiones, ambigüedades, un mar de dudas. El leiv motiv es el existencialismo, y esta frase  lo demuestra: “por un rato me siento mejor en el subibaja de la vida”.  Hay pasajes dedicados a la nostalgia y a la melancolía como “Ocre”, donde Santiago no logra deshojar los recuerdos amarillentos.

En “Si querés te vas” canta: “el refugio de esta cárcel es compartir la soledad”; y él comparte su soledad y su música con sus otrora compañeros de ruta de Burbujas Amarillas, Tamarisco y Antü. En esta misma letra también hace mención a la circularidad de la vida, una clara alusión a la concepción griega del tiempo. En “Otra vez” hay algo de eso, todo vuelve a pasar, juega con una melodía  que parece perseguir los rastros de Oasis y se interna en la ambigüedad sentimental: “nunca antes tuve tanta luz, tanta claridad, tanta oscuridad, tanto de querer, tanto de odiar, tanto de decir, tanto de callar”.

El disco cuenta con invitados estelares de la movida del Oeste del Gran Buenos Aires, como Matias “Chávez” Méndez y Coiffeur. Con este canta a dúo una balada edulcorada con synthes llamada “Nada más”,  donde las voces se vuelven una: “nada más que un suspiro en el viento, nada más que una gota en el mar”. Pero el mejor aporte lo hace Artifex —cantante de Leonchalon—  en “Hoy te busqué”: su flow y lengua filosa junto a la voz dulce de Capriglione forman un tándem difícil de resistir. Una oda de ensueño, con un estribillo potente que se repite como un mantra: “Ya no quiero despertar, solo soñar”.

Parra escribió en otra ocasión: “Ya no me queda nada por decir/Todo lo que tenía que decir/Ha sido dicho no sé cuántas veces”. Pero la magia de la música radica en eso, en tratar de decir las cosas de modos diferentes, de llevar los sentimientos de uno a los demás y que sean viento… o como canta Santiago: “Voy a intentar llevar mi voz junto a tu voz".

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