Se sube a una máquina que avanza galopantemente, y sofoca el sol que una luz amarillenta intenta mantener viva. Espera a que esa llama se inflame y corretee por encima de todo eso que no es lo que quiere ser. De repente, una imagen de ruidos, de fideos de cabellos de angel de una noche de domingo se eleva sobre el humo del plato y deja todo muy quieto, pero con punzadas mentales inquietantes. Un cúmulo de burbujas se reproducen entre las neuronas y llevan a verlas como globos. Quiere agarrarse de todos ellos para sobrevolar esta helada blanca. Va a pasar, va a encontrar otra forma de aliviarse. Encontrará el alivio en globos que desinflen lo que ahora ahoga. Espero poder prestarle alguno de los que busca.
Ríos y perfumes vencidos por el tiempo de la espera, que atropella la paciencia en una esquina húmeda y resplandeciente. Tiempo atrás, parecía abrir puertas a lo más dulce de un panal, y de repente volvió dando una vuelta, que bajó a ese Dios de su muy cultivado Olimpo, para terminar arremangándose los pantalones y mostrando las raíces de una planta que no quería nacer, pero no tuvo otra opción que erigirse porfiadamente entre los escombros de la colmena.
Miel de oso amarillo
Miel de oso amarillo
Se presentó sobre el horizonte, un crisol de rayas y flores que bañan de a poco todo el aire. Una puerta se abrió y el espíritu nuevo se desplomó sobre lo viejo, con sabor reciclado. Papilas gustativas que intentan discernir entre lo que existe y lo que ya no es; se llenan de miel de osos amarillos, hasta que un sabor ácido a Fizz las invade y las ciega.
Las venas se empañan con un río de barro escandaloso, y en el terremoto de humedad reseca, se encripta un lenguaje que no se puede percibir con el cuerpo, y a la mente llegan estímulos aturdidos con sonidos inauditos de juguetes de nenes. Un reproductor de ruidos de animales de granja insiste, incesante, con una especie de reclamo de repiqueteo de sonajeros. Ahí, adentro de cada gota, la pregunta está envuelta, y no sabe si deslizarse por el tobogán, y embarrarse un poco más, o salir a la superficie, haciendo sonar miles de vientos, que la impulsen a alcanzar una sortija. Y cuando la alcance, qué?.
Y qué pasaría si en lugar de tomar el aire tomáramos burbujas, que exploten en nuestros pulmones disipando el ritmo constante y envolviendo cada globo rojo con una fina película magistral. Burbujas llenas de qué? De eso que estaba por decir, pero de repente se quedó suspendido en un viaje por cuerdas de alambre, que se ablandan en cuanto un aluvión de papilas gustativas giran en la Samba de la lengua, coordinadora del sonido de un teclado no armónico, que se abre gigante, para atrapar y dejar retenida a una parva de burbujeantes elementos, que por alguna razón u otra, prefieren volver a dormir en su cavidad pulmonar.
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