Está desnuda bajo el vestido azul, los que la acompañan lo saben, yo también, la vimos cruzarse de piernas sobre una mesa ubicada en el centro mismo de la fiesta. Está tan borracha que apenas si recuerda lo desnuda que está bajo el vestido. La tela azul se le mete entre las piernas y de entre los pliegos de piel y tela azul, una silueta carnosa y rojiza asoma jugosa, húmeda, perfecta.
Ella hubiera preferido que esa noche alguien especial la hubiera llamado, pero no llamó. En cambio sus amigos fueron por ella, los mismos chistes, las mismas anécdotas, la rutina de conocerse demasiado las caras, los sueños y las flaquezas.
Pero si él hubiera atinado a pasar por su casa esa noche, la desnudez bajo su vestido hubiera tenido un destino más sublime. Ahora su cuerpo permanece recostado sobre una mesa.
Desde donde estoy sentada puedo verla inclinada, con la mirada perdida. Alguien la agarra del brazo y la endereza un poco, la habitación se le corrigió, las personas también, creo que fue ahí en ese momento cuando notó que la miraba, entonces corrí la mirada rápido. Ella había llamado mi atención, supongo me sorprendieron sus movimientos o como sus caderas dibujaban líneas de tela azul sobre la mesa o ¿será que intuía lo que vendría más tarde?
La mujer comienza a levantarse. Desde el fondo de la cara, una fuerza descomunal le oprime la garganta, un vomito gigante se acerca. Lo sé porque su cara está desperada por sacar lo que tiene para sacar. El cuello se enrojece muchísimo y el vomito llega a la boca, sale.
Un osito violeta cae al piso, inundado de un líquido viscoso y fucsia. Luego vomita un portarretrato con una foto que no alcanzo a ver, también un envoltorio de un chocolate o algo así. La boca se le estira como si fuera de goma para que cada cosa pueda salir sin ensuciarle el vestido, lo último en salir es un libro y alrededor de ella la gente continua en su autismo colectivo, apenas se percatan de lo que ocurre. Notaron lo del piso porque llevan los zapatos manchados de la baba fucsia, pero tampoco les importa.
A mí en cambio me despierta curiosidad, ¿cómo hizo esta mujer para meter todas esas cosas en su cuerpo? ¿Y por qué las estaría devolviendo en este momento? Y las respuestas llegan rápido, al narrar esta historia me olvidé de él y para que ella también lo olvide tendría que expurgar todos sus recuerdos y así lo hizo. Poco a poco ella se acomoda el vestido y se limpia la boca que todavía conserva restos de baba fucsia. Sale del lugar.
Su vestido azul sigue impecable, salgo detrás de ella porque esta fiesta ya no tiene más nada para mí, ambas vinimos a expurgar algunos recuerdos de colores. Colores, cuantos acompañaron esta noche y acá adentro del cuerpo el sentimiento es de un gris opaco. Cuanta desnudez hay bajo la piel, el vestido, los recuerdos, cuanta soledad en una sola noche y la desnudez bajo su vestido inagotablemente sublime, intocable, perfecta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno. te felicito.luis

Nadia Sol dijo...

gracias luis! abrazo grande!

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