Se adelantan dándose aliento, la noche está helada. Los huesos tiritan a pesar de los besos tibios. Las sombras de ellos van detrás, lánguidas. El paso es lento. Ninguno quiere llegar. Él la toma por la espalda casi despabilando a su sombra y la arrebata contra la pared.
Un beso, la pared está fría pero no importa, los cuerpos se aprietan lo suficiente.

La mujer estaba detrás de un vidrio empañado. Desde aquel día parecía una escena eterna, primero los dos, después ella sola y el vidrio y el frío y la noche.
Pero la mirada de la mujer era una zona oscura, oscura por secreta. Esos ojos detrás del vidrio son dos puntos negros a donde habia que mirar porque iban a decir, aunque pareciera mejor no decir:

-Angustia, me duele. Es cierto que se puede llorar hasta que duela. Es cierto lo de los cortes y si, también los golpes. Pero no es como todos creen, es diferente.

Alejó la cara del vidrio, nos echó una mirada, éramos un par de amigos, los que todavía la recordábamos. Según ella quería decir todo lo que no pudo decir.

-Me duele, pero lo elegí.
Este bar está vacío ¿por qué acá, por qué volvimos?

Y que le íbamos a decir, que estábamos ahí porque era el único lugar a donde la podíamos llevar. Que nadie la quería ver de nuevo, porque ya ni sentido tendría. Pero que aun así,
ahí estábamos tratando de conservar algún lazo con el pasado. Dando vueltas en círculos, tratando de revisar el paso y volver a ella, para dar el abrazo que no dimos.

-Miren, ¿lo ven? Estoy pálida.

Nosotros miramos una ventana cerrada. ¿Cómo te quisieras ver? Los otros estaban mudos. Yo en cambio no fui a callarme nada, no otra vez. Quería saber por qué había llorado tantos años. ¿Decíme dónde estabas?

-No quiero verme así. ¿Dónde? No sé por ahí, y ahora acá o acaso tu pregunta es cuándo o cómo.
Cómo, seguro lo intuís, cuando, hace tres años.

Ariel cerró una ventana que había dejado abierta uno de sus empleados. Prendió un incienso junto a la mesa. El silencio era desolador, es que nos habíamos acostumbrado al murmullo festivo de los viernes. Ella continuó:

-Lo amaba, pero la vida venia mala, defectuosa desde el día que nací. Me enferme de obsesiones y lo persuadí, pero él no me escuchó y bueno, pasó lo que pasó.

Se adelantan dándose aliento, la noche está helada. Los huesos tiritan, a pesar de los besos tibios. Las sombras de ellos van detrás lánguidas, el paso es lento. Ninguno quiere llegar. La toma por la espalda casi despabilando a su sombra y la arrebata contra la pared.
Un beso, la pared esta fría pero no importa, los cuerpos se aprietan lo suficiente. Ambos saben que ese barrio es peligroso, que es mejor ir a un lugar seguro, pero la adrenalina y la ansiedad de tener al otro es más fuerte. Las manos de ella se deslizan por el pantalón del él, y una luz le enciende la cara, gimen en silencio para no despertar a nadie.

Ana llevaba una angustia que era de ella y de todos. El frío de afuera parecía no entrar, el calor de adentro era acogedor, por eso sonrió. Y volvio a decir, como leyéndome la mente:

-Perdón pero necesite ir mas allá, dios sabe cuanto lo quise.

-¿Y qué paso con él? Mariana por fin había emitido sonido. Julián la codeo. Le pareció muy pronto para hablar del tema. La mirada de Ana se perdía entre las mesas, seguramente rememoraba esa noche, una y otra vez. O estaba persiguiendo algo que nosotros no podíamos ver.

Se adelantan dándose aliento, la noche está helada. Los huesos tiritan, a pesar de los besos tibios. Las sombras de ellos van detrás lánguidas, el paso es lento. Ninguno quiere llegar. La toma por la espalda casi despabilando a su sombra y la arrebata contra la pared.
Un beso, la pared esta fría pero no importa, los cuerpos se aprietan lo suficiente. Ambos saben que ese barrio es peligroso, que es mejor ir a un lugar seguro, pero la adrenalina y la ansiedad de tener al otro es más fuerte. Las manos de ella se deslizan por el pantalón del él, una luz le enciende la cara, gimen en silencio para nos despertar a nadie. Un espasmo de placer, y la mano entra en un bolsillo del tapado, algo brillante asoma. En un segundo fugaz las manos de ella llenas de sangre, se mueven frenéticas, lo apuñala una y otra vez. La ira pasa. El cuerpo de él yace en la vereda, ella llora bajo la luz entre los bichos que buscan calor en la lámpara de un farol. La sombra que antes proyectaban permanece bajo sus pies un rato más y desaparece.

-Por qué no pediste ayuda, dijo Julián que lloraba enrojecido, con las manos en la cara.


Se fue desvaneciendo. Alguien decidió que nos soltáramos las manos y encender las luces. Ella se había ido. La habíamos traído a hablarnos de esas cosas que conocíamos y nos atormentaban, casi con la misma intensidad que la culpa la había arrojado a un suicidio seguro y sin un cuerpo testigo, sin una tumba precisa, no hubo flores ni entierro, nada, sólo eso: está muerta. Ella volvió a decirnos todo lo que sabíamos, pero que preferíamos obviar.

Detrás del vidrio a veces su aliento dibuja una nube y sus ojos negros aparecen detrás, porque el calor de adentro es intenso y el frío de afuera de tan frío podría matar a alguien, el vidrio se empaña y ella fugitiva se esconde. Se empaña, se nubla lento y desaparece otra vez.

2 comentarios:

omar sisterna dijo...

Nadia! como trajaste en esta historia! me acuerdo hace varios meses, cuando me comentaste que tenías algunas ideas dando vueltas sobre "Una mujer atrás"...
Es lindo ver cuando tenemos bosquejos de algo y el paso del tiempo hace que eso que fue incipiente, se transforme en algo concreto, una obra terminada, con vida propia!
Salud!

Nadia Sol dijo...

Ey omi!!!!!!!!!!! gracias, me dijo cris q hay una nueva serie de xilos, espero verlas pronto, te voy a escribir un mail! seguro nos juntamos el sabado

Un abrazo!

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