Cerró los ojos y el silencio de la tijera, alimentado por la canilla que goteaba incesantemente, fue interrumpido por el sonido vibrante del teléfono. Eso rompió con la poca calma que le quedaba y con el trance de no dejar de pensar en lo que había sucedido. Y no pudo terminar de recortar aquellos periódicos viejos y atendió rápido. Para lograr eso se paro decidido y caminó un largo trecho que había entre su habitación y el living, donde casi se tropieza con una mesa y tuvo que esquivar unas cajas que había en el piso.

(Tarjetas a voluntad, señores, una ayuda por favor)

-¿Hola quién habla? – dijo él con el aliento entrecortado.

-Yo… ¿Cómo le va? ¿No se acuerda de mí? - dijo la voz con una convicción muy marcada

La habitación por ese momento se enmudeció.

-Si, si…Bien, bien un poco más calmado – sentenció.

(Tarjetas a voluntad, señores, una ayuda por favor)

La calma volvió a reinar el lugar. Pero una lluvia torrencial inundo la noche y el piso de la habitación empezó a mojarse producto de una gotera.

-Y cuénteme ¿qué piensa de lo que sucedió? – interrogó la voz de manera tajante.

-Que es una lastima que fuera de ese modo – susurro él.

-¿Cómo?… ¿cómo?- repreguntó la voz.

-Dije…que es una lastima que fuera de ese modo…- dijo él con más convicción.

-¿Por qué? – dijo la voz con tono curioso.

-Porque a mi me encantan las manzanas verdes,- dijo mientras sonreía como un niño - aunque algunas veces como manzanas rojas…. Pero no es lo mismo: son comunes y estoy harto de las comunes… siempre el mismo sabor dulzón… que… que… hasta a veces empalagan, no se si me explico…. – dijo con ahínco.

(Tarjetas a voluntad, señores, una ayuda por favor)

-Prosiga pero vaya al grano del asunto – afirmó la voz con tono desafiante.

- Bueno… Ella es una manzana verde perfecta, pequeña y hasta le diría… simpática y amable – dijo mientras se le dibujaba una sonrisa aun más grande en la cara - Con un aspecto hermoso e increíble por fuera y que seguramente es totalmente acida por dentro y eso es encantador… me encanta de sobremanera eso, el gusto agridulce porque no todo es dulce en la vida, esas son puras mentiras…Aparte uno se harta muy rápido de las manzanas rojas, al menos yo – dijo maravillado.

(Tarjetas a voluntad, señores, una ayuda por favor)

-¿Pero cuál es el problema que lo tiene tan distraído entonces? – dijo la voz con tono paternal.

-Que aunque me tiente tanto, no puedo comerla ni darle ni siquiera un mordisco y menos que menos ponerle un dedo encima, porque me conozco y se que si le doy una probada la tengo que comer entera…y no puedo… Por eso es una lástima… y aparte la manzana no creería nada de lo mucho que me encanta… es cuestionadora por naturaleza o al menos eso parece – se apabullo mientras lo decía - Y aunque me encante pasar tiempo viéndola y disfrutando de su compañía y su buen aspecto, muriéndome de ganas de comerla a veces… No puedo hacer nada de eso y solamente puedo admirarla tranquilo y a una distancia razonable, más bien amistosa…. Pero como usted sabe mientras más prohibido más tentador se hace, ¿vio? – dijo más calmo y con tono cómplice.

-Pero déjese de pavadas y si es lo que siente hágalo de una buena vez – dijo la voz muy irritada.

(Tarjetas a voluntad, señores, una ayuda por favor)

-Usted no entiende nada, es mucho más complicado de lo que parece. – dijo enfurecido – Seria como cometer un pecado, como hizo Eva comiendo la fruta prohibida…– agrego más calmo.

-Pero… ¿quién no cometió un pecado alguna vez?.. ¿Pero pecado para quien? No me venga con analogías o con excusas estupidas, dígame la verdad sin rodeos ni vueltas - dijo la voz.

El silencio inundó nuevamente la habitación, aunque la lluvia afuera acosaba la noche.

-Tiene razón… la verdad es que uno nunca sabe que puede pasar, mire si no quiere ser comida por mi y encima que...-dijo él.

-¿Encima qué cosa? ¿De qué está hablando? ¡Sea más claro por favor! Y…basta de llorisqueos, decídase de una buena vez – interrumpió la voz.

- Es que no debo hacer nada…pero le digo en confianza que a esa manzana verde en otra época también la quise comer, pero volví a mis cabales y solamente me dedique a observarla de manera amistosa, porque en mi condición… la manzana verde está prohibida, tachada de la lista. - dijo resignado.

-Está bien, si es lo que usted quiere – dijo comprensible la voz.

-No es lo que quiero, es que no debo ¡repito! y no se si puedo – dijo un poco cansado de dar tantas explicaciones.

-Yo podría darle la solución…esa la que no…. - dijo la voz.
-Ya se –interrumpe harto - la que no está en ningún libro escrito o en alguna película… - agregó aun más harto.

-Exacto… la de no seguir instrucciones establecidas por nadie – afirmó la voz con convicción.

-Tarjetas a voluntad, señores, una ayuda por favor.-

Por culpa de un sacudon abrió los ojos bruscamente, vió que el muchacho que repartía tarjetas en el vagón se iba con algunas monedas que le habían dado y estaba por entrar el vendedor de gaseosas. Y él hizo una mueca, suspiró, miró por la ventanilla y siguió su viaje.

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