Ana está sentada en un banco muy cerca de la virgencita de la plaza, hace que no, pero si, está rezándole. Le dice cosas que sólo ella sabe. Mastica cada palabra, una tras otra. Reza a gritos de boca cerrada, y los sonidos quedan ahí, asfixiados, para que sólo su virgen despintada la pueda oír. Y hacia fuera, sus gestos son los de una chica observando el paisaje en la placita de Mariano Acosta.
Hace calor, el verano se extendió más allá del otoño.
Lleva puesto un Short muy corto de tela, de la remera escotada y musculosa le salen dos brazos bien morenos, y de las axilas los vellos le brotan largos, entre la transpiración de verano y las hojas del otoño.
Un dolor le viene de golpe, se toma fuerte del vientre. Continúa su acto silencioso, madre Maria ayudame por favor. El sol la ilumina y la piel de Ana brilla.
La sangre atraviesa la entrepierna del short cayendo por las rodillas y de ahí a las zapatillas, la gota termina en un punto rojo sobre la lona blanca de su calzado. Luego otra vez la sangre fluye intensa por la marca que dejó la gota anterior.
Son las seis de la tarde, el barrio a esa hora no tiene la bondad de ser discreto y muchos menos desértico, por el contrario lxs trabajadorxs y estudiantes vuelven a sus casas, machacando las calles de tierra.
En el cetro de la escena está Ana, y todos van de acá para allá, se abre una puerta, se cierra otra. Una horda de nenes en guardapolvos desabrochados corren detrás de una pelotita de papel y cinta scotch.
Ana sigue en el centro. La sangre brota. Decide correr hasta su casa, lo más rápido posible. Corre, corre, roja y negra, la casa está en el fondo, blanca y lejana, no sabe si la están mirando,
Virgencita que no me vean, virgencita que no me vean.
Ya en la puerta, intenta abrir el portón pero se traba y ve que a dos casas están sus compañeros de colegio. El Rusito, un nene rubio de ojos claros y rosado por el calor, asoma la cabeza observándola entre el flequillo rubio que le cuelga de la frente, se acerca. Ana logra entrar. El rusito casi le pisa los talones, ¿Ana estas sangrando, te cortaste? Si, me corté en la plaza, ella entra sin volver la mirada.

Al día siguiente, el rusito se acercó diciendole: ¿estás mejor? Sí, gracias. Las palabras quedan atrás y ellos se adelantan en silencio, caminan juntos hasta la plaza y se sientan en el banco junto a la virgencita.
Es un milagro, Ana mira a la Virgen. El Rusito se le acerca despacio para no asustarla, le da un beso chiquito en la mejilla, luego otro y ella responde con un gesto, hasta que uno corre la cara y las bocas se pegan tibias.
La noche intensa comienza a caer sobre ellos, la gente entra en sus casas y en un rato, la plaza quedará oscura y solitaria.
Las manos de Ana se alborotan sobre el pelo del chico, él le acaricia los brazos, la abraza acercándola más a su cuerpo. Pegados, entre los cuerpos la respiración es tibia, afuera del abrazo, la noche está fría pero no importa porque un fuego nace desde adentro. Las piernas de él se meten entre las piernas de la chica y la rodilla va hasta el fondo presionando la entre pierna. Ella siente placer, algo la desborda, mete sus manos en el pantalón de su compañero y logra agarrarle el pene, el miembro asoma rosado entre el guardapolvo y las manos de ella. El intenta desabrocharle el pantalón, la chica lo rechaza con un movimiento, El rusito insiste. Ana cede, la mano tibia de él toca los bordes de la bombacha, deslizándose hasta llegar a los vellos púbicos y ahí, a unos centímetros, encuentra el pequeño sexo abierto y mojado de la chica. Ella le saca la mano manchada de sangre. El chico lo nota y sigue acariciándola con la otra mano. La mano mojada de sangre se seca apoyada sobre el banco.
Alguien se acerca gritando algo, los dos chicos abrochan, cierran, lo que tienen para abrochar y cerrar y salen corriendo en direcciones opuestas.

2 comentarios:

leandro dijo...

Hola Nadia,


esto es la construcción determinada de un estilo literario !

-Los tópicos sagrardos como la imagen de la virgen me parece que iicitan a lo prohibido y a lo reprimido.

-La imagen de Ana rezandole a la virgen es una figura que marca inocencia, pero que despúes es manchada por la sangre del cuerpo, que tambien da inicio al despliegue del deseo; y hasta, de algún modo, que la escena tenga lugar en la misma plaza dónde esta la virgen, me parece que tiene que ver con akgún tipo de aprobación de lo que estos niños inocentes estan empezando a descubrir y a degustar.

Felicidades !

Nadia Sol dijo...

Gracias amigoo! Siempre leer tus comentarios es un placer, me gusta la calidad con q los haces! gracias!

Publicar un comentario