(Suena el teléfono. Atiende Jorge.)

JORGE: Hola.
VENDEDOR: ¡Buenas noches!, hablo con Jorge Reinoso, ¿verdad?
JORGE: Sí, ¿quién habla?
VENDEDOR: Mi nombre es Lisandro Balbuena. Lo estamos llamando de Vidamás para ofrecerle uno de nuestros productos con mayor proyección de inserción en el mercado latinoamericano. Se trata de la vida y usted ha sido favorecido con la posibilidad de adquirirla a menor costo, ¿está interesado?
JORGE: Muchas gracias, pero estoy ocupado…
V: Creo que no me entendió, Jorge, vuelvo a felicitarlo en nombre de la compañía por ser beneficiario de esta oportunidad imperdible.
J: Disculpá, pero…
V: Estamos hablando de promociones sin intereses de un cuarto de vida o de media vida, y sólo por esta vez, sin recargo, podemos ofrecerle una vida entera al costo de media. Eso sí, le pedimos confidencialidad, es una excepción que no solemos hacer. Entenderá que la política de la empresa es hacer sentir bien a la gente, aún más cuando se trata de este producto.
J: No te entiendo, flaco… yo estoy vivo, no tengo que comprar ninguna vida. Ya la tengo.
V: Bueno, a ver… si la tiene déme su número de Cuenta Vida.
J: ¿Mi qué? Mi número de documento querrás decir.
V: Le pido por favor, Jorge, que no se haga el gracioso. Esta conversación está siendo grabada y escuchada por un grupo de operadores que no va a tolerar esta burla. ¡Semejante atropello!
J: Disculpá, pero no entiendo nada.
V: Por eso le explico.
J: A ver… ¿de qué se trata? Mirá que plata no tengo, flaco…
V: Mi nombre ya se lo dije y es Lisandro Balbuena. Recuérdelo para evitar problemas, y no me tutee. No quisiera que esto pasara a mayores así que no me diga flaco porque no me conoce.
J: Disculpe.
V: Está disculpado.
J: ¿De qué se trata esto, Lisandro?
V: Todo esto es una compañía que instaló el producto en nuestros territorios y que en los últimos veinte años no ha parado de crecer, inaugurando, además, sedes en todas partes del mundo, con una nueva en Malí, ¿sabe dónde es eso?
J: No.
V: Me lo imaginaba. Pero no viene al caso, está por demás decir que nuestra empresa tiene muy buenas referencias en América Latina. Además, ofrecemos los productos vía telefónica o Internet, no como la competencia que por poco sale a golpear puerta a puerta.
J: Pero…, a ver ¿qué es eso de la vida?
V: Discúlpeme, Raúl…
J: Me llamo Jorge.
V: Bueno, Jorge, ¿a usted le parece que estoy en condiciones de responder esa pregunta? Acá no estamos para esas cosas. Estamos para ofrecerle la vida. Una vez adquirida usted puede hacer con ella lo que quiera. Piense que esto es algo serio. Estoy chequeando la base de datos y veo que, efectivamente, usted no es portador de vida, cosa que debería preocuparlo. ¡Al menos adquiera media vida, se la dejamos al precio de un cuarto!
J: Pero no tengo plata, señor.
V: A ver… ¿usted tiene hijos?
J: Sí, dos nenas.
V: ¿Sus nombres?
J: Lucrecia y Esmeralda.
V: ¡Qué feos nombres!, son muy largos. Pero no importa. Ahora lo invito a que piense en ellas, en lo que sentirían si supieran que su padre no tiene vida. Qué le dirían sus compañeritos del colegio, ¿Usted es consciente de eso?
J: ¡Pero estoy vivo!
V: Entonces déme su número de Cuenta Vida y lo chequeamos, por lo visto el equivocado soy yo…
J: No tengo ningún número de Cuenta Vida, ¡no entiendo a dónde quiere llegar!
V: Por eso le explico. Usted está e-qui-vo-ca-do. Pero hagamos algo: dejemos la conversación acá…
J: ¡No! ¡Espere!
V: Lo espero. Mientras páseme el número de su Cuenta Sueldo. Sepa que hay que hacer un esfuerzo para vivir, no se puede vivir de arriba, como se dice. La gente no lo va a mirar como a un ser vivo, como a una persona, si usted no hace un mínimo esfuerzo.
J: Creí que se podía ser persona de otra manera.
V: ¿Cómo? Dígame, y cerramos la empresa.
J: No lo sé, siendo honesto, quizá.
V: Bueno, discúlpeme si me río pero usted no parece tener cuarenta y tres años como figura en la base de datos, más bien parece una de sus hijas.
J: No me ofenda.
V: No lo ofendo, señor, agradézcame por tratar de ayudarlo. Usted quiere contradecir las políticas de una empresa reconocida mundialmente. Debe adquirir el producto o resignarse a ser un don nadie, porque de mí depende en este momento su existencia.
J: ¿De cuánto estamos hablando?
V: De un treinta por ciento de su sueldo bruto.
J: No, no me alcanza, disculpe.
V: Bueno, entonces estoy en condiciones de ofrecerle la muerte a un porcentaje mucho menor. En ese caso estaríamos hablando de un diez por ciento de su sueldo por seis meses, una vez vencido ese plazo, sería un veinte por ciento. Y como usted merece una muerte digna no le voy a ofrecer ni media ni un cuarto sino una muerte entera. Déme su número de Cuenta Sueldo, por favor.
J: Creí que morirse era gratis.
V: No, por eso le explico. ¡Bienvenido al mundo! Y le voy a pedir algo, no fume mientras habla conmigo, acabo de escuchar que encendió un cigarrillo. Apiádese de un empleado que no puede fumar durante su jornada laboral.
J: Pero yo no estoy trabajando.
V: Apiádese y volvamos a lo que nos compete. Le comento que al adquirir su Cuenta Muerte le daremos una clave secreta, de esa manera nos cercioramos del goce de una muerte segura.
J: Esto me da miedo, le voy a cortar.
V: Muy bien, entonces tengo que dejar de llamarlo señor porque por lo visto usted no es nada, ni siquiera morirse puede y ni hablemos de que no posee una vida, ¡ni siquiera un cuarto!
J: ¿Sabe lo que pasa? Que no entiendo, eso pasa… estoy tranquilo, en mi casa, y de repente me llaman para ofrecerme todo esto, tan extraño.
V: Son las reglas del juego y le repito, bienvenido al mundo. Y sólo le digo señor porque usted es beneficiario de nuestros productos a menor costo sólo por recibir esta llamada, ¿qué me dice, eh? ¡Al menor costo! Usted es un cliente muy especial para nosotros, queremos que sea alguien, esa es la política de nuestra empresa: queremos que sea pero el señor ofrece resistencia. Imagíneme a mí, cómo me siento hablando con alguien que no existe, es como hablar con un fantasma, o ni si quiera eso. Ahora estoy realmente atemorizado. Voy a tener que cortarle aunque me pese y ponga en juego mi trabajo.
J: No, espere… déme tiempo para pensar si me conviene comprar algo.
V: No hay mucho para pensar.
J: Sí, tiene razón, al menos déjeme consultarlo con mi mujer.
V: Bueno, lo único que faltaba… pero está bien, consúltelo. Llámenos cuando lo crea necesario al número que le dará nuestra operadora a continuación. Recuerde que las puertas de nuestra empresa siempre están abiertas a nuestros clientes. Ha sido un gusto.
J: Igualmente, muchas gracias.

(Termina la llamada. Jorge cuelga el teléfono.)

1 comentarios:

leandro dijo...

Ezequiel, me opasrece extraño que no haya ningun comentario sobre tu texto. Te explico que me parece muy interesante y que verdaderamente es digno de ser posteado, de verdad me gusto mucho. En particular porque tiene recursos escenicos que son importantes y escenciales para una buena, corta y profunda puesta en escena ( teatro, quiero decir)eso esta en todo el formato del texto( por como esta estructurado) y se conserva hasta el final a modo de acotacion escenica:Termina la llamada. Jorge cuelga el teléfono.
Esso me gusta mucho y si alguna vez pensas o si se te da una puesta, creo que hay varios modos de hacerlo. Tambien la tematica esta muy buena. Este lo llevo la proxima juntada para comentarlo, no quiero decir mas.

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