Texto escrito para la presentación en La Pampa de Györ, Cronograma de una ausencia, el nuevo poemario de Mariana Komiseroff, editado por Patronus ediciones (2022)
por Graciela Alfonso
Cuando conocí la obra de Mariana Komiseroff, me impactó su fuerza y la autenticidad de sus textos que aparecía en las voces y en los silencios, en la encarnadura lograda de cada personaje.
De este lado del charco, su primera novela, me sacudió de manera simultánea por su historia y el uso de las palabras. Escrita con una voz joven, actual, pero desde los márgenes territoriales de la gran ciudad, desde la periferia. Los protagonistas sortean las vicisitudes sin tono de queja ni de mansedumbre impostada, son atravesados por las circunstancias y las asumen.
Al leer su segunda novela Una nena muy blanca supe que esa periferia no era producto de ninguna casualidad. Era una necesidad, particular elección o la voluntad explícita de dar la palabra a determinaos personajes. Me recordó a La boca de la ballena, novela de Héctor Lastra, que me había impactado hace muchos años, en los 80. Una sordidez naturalizada, absolutamente creíble.
Pero ahora Mariana se revela como poeta. Su libro “Györ Cronograma de una ausencia” tal vez fue la forma que encontró para exorcizar sus miedos, sus angustias, ante la ausencia de su hijo adolescente en un viaje de un año a la lejana Hungría.
El libro se va vertebrando en poemas que representan los distintos meses, donde lo habitual se ve sacudido por la incredulidad ¿cómo será ese tiempo sin el hijo? Entre situaciones que dan cuenta de lo cotidiano: “Compré un regalo por Mercado Libre” o “Me caí de la moto, me separé, me deprimí”, lo que sucede en el país: “Perpetua al asesino de Diana Sacayán”. Como señala Cristian Godoy, desde La contratapa de Györ, refiriéndose a que revela su esencia de poeta “por una sensibilidad demoledora, capaz de encontrar poesía hasta en los datos duros de las estadísticas, los titulares de los diarios, los kilómetros de google maps y las heladeras compradas en cuotas”
Y, Flor Monfort, en una nota en Las 12, de Página 12, dice de Györ: “Este es un texto escrito para ser leído en voz alta y por eso puede ser efímero y cortado y fugaz como las cosas que se dicen en voz alta, todas esas cosas que decimos las madres a los hijos sin el filtro de la duda, certezas que cortan el aire a cuchillazos.”
Hace un tiempo leí La sed de Marina Yuckzuck y una frase del texto apareció en mi memoria al leer el libro de Mariana: “Qué tengo que ver contigo, mujer; desde que había puesto los pies en el suelo para dar sus primeros pasos, no hacía otra cosa que alejarse”
En esos días acababa de releer el Evangelio según Jesucristo, de Saramago. Ahí estaba el “qué tengo yo que ver contigo, o, Quién te ha mandado meterte en eso, mujer”. Entonces busqué en los evangelios, en el de Juan dice: «¿Qué tienes conmigo, mujer? Mi hora aún no ha llegado.»
Pero no era esa famosa cita, sino el texto de Yuczuck, “desde que había puesto los pies en el suelo para dar sus primeros pasos, no hacía otra cosa que alejarse”, lo que nos unía a Mariana y a mí, como madres.
En la naturaleza, para las plantas, que están fijas al suelo, es muy importante lograr su dispersión. A través de miles de años de evolución, sus diásporas han desarrollado alas, como en los frutos de los olmos o tilos, o ganchitos como en las rosetas y flechillas, para adherirse a los pelos y plumas y lograr su traslado. Otras ensayan estrategias diferentes y son los colores, sabores, texturas las que seducen a los animales para que hagan la tarea de alejarlas de la planta madre.
La razón quiere que nuestros hijos vivan su propia vida, vuelen. Y eso me trae a Blaise Pascal “El corazón tiene razones que la razón desconoce”.
En Györ, como en toda la obra de Mariana, el corazón, esa víscera y todas las otras, útero, vagina, cerebro, se exponen como en la mesa de un quirófano, como en un altar de sacrificio. Se siente que no guarda nada, saca afuera ese manojo de su cuerpo y todo su ser, y lo entrega para la redención de un amor, o de un dolor a través de la poesía.
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