Juguemos en el mundo


María Elena Walsh estrenó la literatura en muches niñes y jóvenes hoy ya adultes con textos como Dailan Kifki, entre otros. Su obra ha dejado un amor inmenso en sus lectorxs y un imaginario que fue compañía en los primeros años de la infancia, por esta razón recordamos su vida y obra en un recorrido por su fantástico universo de poesía, novelas y canciones folklóricas, para no olvidar esa mirada crítica hacia el mundo que tanto la caracterizaba y que todavía hoy tiene una vigencia imprescindible.


por Sofia Helena Fontana 


Era mágico y al mismo tiempo lindaba con la locura


María Elena comenzó a escribir poesía en la adolescencia. Jamás pudo domar a la musa de sus poemas, una sensación indeterminada le aparecía de manera abrupta, nos cuenta: "una vez empezado el poema, ensayaba infinitos borradores hasta que lograba darle alguna forma a ese material bruto que jamás estuvo determinado por la voluntad". Trabajaba incansablemente para que no se notara el ripio o la poesía forzada, "vivía obsesionada por la sencillez" y se sentía cómoda en determinadas estructuras de la versificación, las cuales moldeaban su estilo. Cree que esto tal vez haya sido por las lecturas clásicas que ella misma frecuentaba. También puede tener que ver la constante intención que había en su ámbito familiar y social de hablar bien, no refinado ni adornado sino simple y bien. 

Su casa de la infancia se ubicaba en Ramos Mejía, Gran Buenos Aires: un caserón con gatos, gallinas, limoneros, patos, y una higuera en el patio del fondo. Allí vivía con sus zadres, su hermana y sus medios hermanos. Su padre era un profesional de la pequeña burguesía. En aquella casa vivían y disfrutaban la cultura. María Elena creció cerca del piano de su padre y luego de su hermana mayor quien “llenó su vida de música”, disfrutando escucharla practicar “desde las escalas hasta Bach”4. En su adolescencia brotaron dos chispas que jamás se apagarían; el hábito de fumar tabaco y una gran devoción hacia los libros. 

En tiempos donde empezaba a expandirse la poesía con estructura libre, María Elena Walsh, a 17 años, se autogestionó con ahorros de publicaciones en diarios y revistas su primer libro de poemas: Otoño Imperdonable. Antología que, además de ganar el segundo premio Municipal de Poesía, recibió críticas unánimes de elogios de notables escritores del momento, entre elles Manucho Mujica Lainez, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Silvina Ocampo y Juan Ramón Jiménez.  "Es cierto, Buenos Aires se volvió loca conmigo. (...) Es que mi poesía no era de ruptura, como la de los llamados intermedios, sino que se mantenía en ese tono elegíaco que era imperante entonces. A decir verdad, todos fueron muy generosos conmigo. Tal vez en exceso. No sé."

En esta primer antología no se percibe fusionado el contexto económico-social o la realidad inmediata, como sí sucede en sus posteriores libros. En ese entonces María Elena "creía en la poesía pura", una creencia que, también confiesa, la tenía estrangulada sin poder salir de un tono estrictamente lírico. Sin embargo, como dejando rodar por otro caudal, publicó con 16 años una "Oda del estudiante muerto" en el periódico socialista La Vanguardia, en protesta por la muerte de dos estudiantes en una huelga. Siendo esa publicación la primera de una larga lista de protestas públicas a lo largo de su vida. 

También soltaba las riendas de la pureza lírica recitando entre sus compañeres del secundario versos humorísticos donde les tomaba el pelo a sus profesores, se leían en cada fiesta del colegio causando risas y alboroto. 

Cuenta Walsh en Nací para ser breve -libro de Gabriela Massuh donde se encuentran entrevistas que ésta le realizó todos los días durante seis meses en 1991- que escribir poesía le resultaba muy doloroso ya que no podía manejar el proceso, sino que el proceso la manejaba a ella. "Tengo la sensación, la tenía entonces, de que la poesía va segregando su gestación más allá de la voluntad. Cómo decir... hay algo específicamente "mágico", con el perdón de la palabra. Hay algo que tiene una gigantesca fuerza inconsciente. Aquello que hoy se considera patrimonio del surrealismo, por ejemplo, trabajar sobre el material onírico, es parte de la poesía en general. Todo ese material forma parte de la intimidad y no se deja dominar, de la misma manera en que resulta muy difícil darle forma a los sueños, aunque la tengan. Yo no puedo decir "voy a soñar con tal cosa". Lo mismo pasa con la poesía: no puedo imponerme un tema determinado. Estuve muy dominada por esta sensación de la poesía desde muy chica. Por eso le terminé huyendo; se me escapaba de las manos porque era mágico y al mismo tiempo lindaba con la locura."

Se alejó entonces lentamente de la poesía, aunque entre todos los géneros que transitó su obra éste fue el que perduró toda su vida. Llevando con ella siempre un cuaderno y sin dejar de "garabatear frases colgadas". Libretas y libretas, nuevas y llenas de garabatos, poblaban su casa o las valijas; reuniendo eventualmente aquellas cuyas hojas permanecían en blanco -fruto de regalos y tentaciones en museos- cuando desbordaban los cajones, para regalarlas a amigues y transeúntes de la ciudad porteña.


Del papel a las tablas

De niña tuvo sus primeras experiencias como espectadora en los teatros de la capital y supo entonces que quería experimentar el escenario. Cada salida al teatro con sus zadres la deslumbraba: tuvo desde entonces siempre presente en la mirada y en el alma el music hall, escenarios pequeños con artistas llenando el ambiente de música y carisma. 

A los 21 años Maria Elena y Leda Valladares viajan a Europa, dándose el primer encuentro entre ellas al momento de subir al barco. “Disfrutar del viento en la proa fue una de las formas de descubrir un paraíso.” escribió María Elena en su último libro. Hasta tal momento mantuvieron una relación por carta hasta que a Leda le surgió dicho viaje, y por el mismo medio resolvieron embarcarse juntas en esa aventura. Leda, 12 años mayor que Maria Elena y experimentada folklorista tucumana, llevó sus instrumentos y en la noche, ya regida por los movimientos del mar, mutó aquello que había iniciado en el silencio de palabras en papel en años de folklore por el mundo.

El paso de los poemas al escenario fue dejar libre a esos "amores extraídos del almario". En aquel primer viaje a Europa dejó colgados en otros percheros las presiones sociales. Se abrazó entonces a la libertad y la bohemia parisina, “París era la libertad; la libertad con todo lo que esa palabra significa. (...) Algo en lo que hubo siempre una cuota no menor de indiferencia, porque si allí te dejan libre es porque no te ven ni les importás. Ese era un pequeño precio que había que pagar, y que a mí no me costó en lo más mínimo”11. Tuvieron mucho éxito en el music hall; encantaban a dos voces las noches parisinas en cafés y cavarets. En París y más tarde en Argentina publicaron varios álbumes de canciones folklóricas propias y otras recogidas, durante sus viajes por el Norte Argentino, de la tradición andina. 

Distinto al de los poemas era el proceso creativo de las canciones "porque allí el primer impulso era voluntario: yo me ponía a escribir sobre un tema determinado y no era el tema el que me asaltaba a mi."



Yo no sé por qué 

Comienza a escribir para niñes durante su primer viaje a Europa. Allí se da cuenta de que su infancia "había sido un poco Europa". Su padre, de familia londinense, viajaba a Londres y París, y volvía con anécdotas, regalos y mitología que pertenecía a su pasado. Así llegaron a su casa las Nursery Rhymes, poesías breves para niñes basadas en la sonoridad de las palabras y con irrupciones de lo absurdo, lo que fue una influencia clave para Maria Elena a la hora de escribir literatura infantil. 

Me dijeron que en el reino del revés
Cabe un oso en una nuez
Que usan barbas y bigotes los bebés
Y que un año dura un mes

Fragmento de El Reino Del Revés, Canciones para mirar (1964)

En el alma de estos nuevos mundos sin sentido lógico reina lo lúdico. Al crearlo no había una intención de enseñar ni de entretener, sino de jugar. Señaló la autora que un gran factor era no escribir para niñes, sino entre elles. No escribir con nostalgia de su propia infancia, sino transitando la que entonces llevaba en la piel. Se puede decir que fue un género sin precedentes en este idioma, lo que le hizo sentir mucha libertad al momento de crear. 

En Nací para ser breve, María Elena cuenta que nunca tuvo la intención de cambiar el género de su obra, le fue pasando. Ya sea de la poesía al folklore, de la literatura, el teatro y las canciones infantiles a shows y canciones para adultes; todo comenzó jugando con palabras. Además denota lo fundamental de no estirar la obra, no repetir monótonamente las recetas que en algún momento tuvieron éxito.

En la calle la gente la reconocía; madres acercaban a sus niñes para que la saluden -sin entender muy bien les infantes quién era esa señora a quien debían besar-, jóvenes poetas le acercaban sus libros, y le llovían besos y abrazos de todas las edades y tamaños. Ella recibía esas muestras de amor agradecida pero sin alentar demasiado esta práctica. Al momento de hablar de su obras les quitaba importancia y durante sus enfermedades y dolencias apretaba un poco los dientes, expresando el dolor en sus ojos azul océano únicamente a quienes supieran leerlos.  

“A mí no me gusta hablar no sólo de mis amores sino de cualquier otro tema personal o íntimo. Soy una persona pudorosa, muy inglesa, y por eso hay cosas de las que no se habla”. María Elena expresó públicamente cuestiones de su vida privada recién en sus últimos años y las entrevistas a las que accedió pueden contarse con los dedos de una mano. 



Como la cigarra

Tantas veces me mataron, 
tantas veces me morí, 
sin embargo estoy aquí, 
resucitando.
Fragmento de Como La Cigarra, Como La Cigarra (1973)


Desde pequeña militó sus ideales. Percibió de joven las desigualdades de género; el doloroso lugar de las mujeres y disidencias, situación contrastante al narcisismo y a los privilegios de los varones. Además de sus propias vivencias, el matrimonio de sus zadres fue para ella un claro ejemplo de la sociedad patriarcal, y especialmente la vida que llevó su madre: se casó con el primer pretendiente aceptado por su padre (después de varios) para poder irse al fin de la casa familiar. María Elena sintió en la adolescencia, transitando un noviazgo romántico, la ambivalencia de fantasear con la normalidad establecida socialmente, rodeada de presiones, y por otro lado la necesidad y el querer ser libre, volar, crecer. Agarró bien fuerte ese anhelo de libertad y al aparecer la oportunidad de viajar con Leda eligió el brillo de la huída.

Usó muchas veces al momento de protestar públicamente -ya sea por el gobierno de turno, aspectos del sistema social o hechos del momento- la sátira poética que de pequeña usaba en la secundaria. 

Durante el inicio de la última dictadura cívico militar en Argentina, habiendo ya cerrado la etapa de la literatura infantil, estaba produciendo canciones y shows para adultes. Pero debido al incipiente contexto de censura y violencia decidió dejar de presentarse en vivo. Sin embargo algunas de sus canciones se volvieron notables símbolos de lucha. Dos de ellas fueron Como la cigarra y Canción para la justicia.

En el año 1979 publicó en el diario Clarín un artículo llamado Desventuras en el país Jardín de infantes en el que denota y critica la terrible censura que estaba imponiendo el régimen militar en la Argentina. Decididamente se queja de la censura y aclara que no lo hacía por acto revolucionario, sino por el cansancio y la tristeza que le producía la situación del país:

Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos. Cuando el censor desaparezca ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista! estaremos decrépitos y sin saber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se preguntaban: “¿Nosotros qué éramos...?” 

(...)
La autora “está muy cansada”, no por los recortes que haya sufrido porque volverán a crecerle como el pelo y porque de ellos la compensa el infinito privilegio de integrar la honorable familia de sus compatriotas, sino por compartir el peso de la frustración generalizada. Porque es célula de todo un organismo social y no aislada partícula. Porque más que la imagen del país en el exterior le importa y duele el cuerpo de ese país por dentro.

Fragmentos de Desventuras en el país Jardín de infantes, diario Clarín 1979.


A este cansancio que se atribuye la autora se le suma a mediados de 1981 una larga lucha contra el cáncer. Entre consultorios, quirófanos y tratamientos se movía acompañada por la fotógrafa Sara Facio, su pareja durante sus últimos 30 años. El primer diagnóstico que le dieron con el título de cáncer vino acompañado por la determinación de les profesionales en materia de amputar su pierna. María Elena se negó rotundamente. Agotada confesó durante los meses de reposo que el silencio era entonces su carátula, sin vislumbrar ningún sentido a ser festive, en esas épocas de tragedias, ningún derecho a la gracia. ""La autora está cansada" escribí alguna vez y así lo siento. Cansada de los empresarios, de los censores, de la técnica que nunca funciona, del esfuerzo disimulado, del terror a la sala vacía y del terror... Puede ser que en algún momento yo abrí un camino nuevo para la canción, pero ya está, ahora le toca el turno a los que vienen. Y me cuesta decirte todo esto porque jamás demuestro mi amargura. Ya dije todo lo que tenía que decir. Ahora, silencio."


Fantasmas en el parque

Luego de años de lucha, Maria Elena sale caminando con un bastón inglés por los barrios de Palermo; "me operaron muchas veces tratando de remendar el hueso, hasta que al final me lo cambiaron por uno de acero. Pero el médico midió mal y le salió más corto. Y claro, a veces me siento rara, no se ve mucha gente asimétrica y al principio me dio vergüenza pero al fin lo tomé como si hubiera estado en la guerra y a otra cosa mariposa.”

Ya en la vuelta de la democracia y recuperada de las mil y un operaciones publica sus tres últimos libros en un nuevo género de su obra que ella adjetiva como libros de autoayuda: Novios de antaño (1990), Diario Brujo (1999) y Fantasmas en el Parque (2008). El primero y el último son novelas autobiográficas. Fantasmas en el Parque tiene un formato bello y peculiar, es una fusión de ficción y entradas de sus diarios o recuerdos; transcurre en los alrededores del Parque Las Heras, lugar que recorría casi diariamente y que habitaban algunos de sus fantasmas. Diario Brujo es una recopilación de textos entre 1995 y 1999, habla en una parte de la triste muerte de su compañera de vida María Herminia Avellaneda; gran precursora de la cultura argentina que pasa sus últimos años en la miseria por atrocidades del sistema privado de salud. Una vez más su arte cambia de forma y toma la que le da su espíritu nutrido de tantos caminos. “Y tanto y tanto caminé por este mundo que me canso de solo recordarlo.”

María Elena fallece con 80 años rodeada de quienes compartían con amor su cotidiano. Su obra tan multifacética y siempre atravesada por la palabra la mantiene presente en tantos ámbitos, infancias y vidas enteras. 

“Recuerdo una antología llamada El curioso entretenido, título que define al lector incipiente. En cualquier ámbito de gente bien alimentada puede brotar esa chispa que lleva a manosear revistas, descifrar carteles, y hasta los papeles rotos de las calles, según la archicitada frase de Cervantes. De esta chispa -si nadie la apaga a baldazos- nace una hoguera vital de placer y devoción.”

Ocho años después de su partida, se inauguró en la Biblioteca Nacional de la República Argentina un espacio de fomento y difusión de la lectura para les más pequeñes, con el nombre del elefante blanco y volador Dailan Kifki, en honor a su autora.


Su obra fluyó de un género al otro, rodó como una piedra por el arroyo que visita pueblos y bosques. Y sigue fluyendo entre las personas que se cruzan con su arte, que toman forma en diferentes tiempos, habitan infinitos ritmos y dan otros significados a las mismas palabras. Ámplia su obra, nos recorre colectivamente. Indomable su musa alimentó nuestras hogueras con amor, criticismo, jugando entre canciones y palabras en papel. 

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